HOMENAJE AL LIBRO (REFLEXIONES DE UN POETA EN LA SOMBRA - XVIII)
Sobre el anaquel sereno. Sólo habla cuando le preguntan. Si extiendes la
mano y lo abres con cariño, pronto el silencio se torna sonido, fluyen las
palabras, las frases cadenciosas, tal vez ilustraciones. Y así, el libro nos va
llevando a mundos hasta entonces desconocidos, historias reales o ficticias,
ajenas en su argumento a la vida del autor o plasmadoras de las vivencias del
mismo. El libro es el amigo que puede enseñar sin tener voz, llevarnos a
lugares desconocidos sin movernos de nuestro asiento. Hay libros grandiosos,
con letras doradas en sus portadas y bellas ilustraciones en su interior. Hay
libros humildes, heridos por la polilla y marcados por la humedad de oscuras
habitaciones. Pero la mayor parte de ellos albergan en su interior, en mayor o
menor medida, algo interesante. Una enseñanza, una referencia, una inspiración,
un sentimiento, un esbozo de vida. Cuando nos preguntamos: “¿Cuál es el mayor
invento de la historia?” Deberíamos contestarnos: “Sin duda alguna, el libro en
sus diversas formas”. Desde los primeros papiros hasta hoy, la historia de la
humanidad no habría sido igual sin el libro. El descubrimiento, que no invento,
que fue el fuego; alrededor del cual se contaban historias, ha dado mucho al
ser humano. Pero los antiguos homínidos acabaron siendo sapiens de verdad,
alcanzaron “el doctorado”, cuando su saber comenzó a circular de mano en mano.
El libro ha sido consejero de grandes estrategas, medida de reflexiones de
ilustres pensadores, consuelo de angustiados solitarios en horas muertas y
vencidas. El ritual de la búsqueda entre los anaqueles de la biblioteca, el
abrazo de nuestras manos en sus solapas, el tacto de sus hojas en nuestros
dedos, el olor de sus páginas que guardan celosas pensamientos de otros
tiempos, otras vidas, otros mundos. Todo conforma un insustituible rito de
culturización, donde el afán por saber nos llama. Cuando uno recorre las
páginas de un libro, abandona su “yo”, y se entrega al recorrido de lo que las
palabras vertidas en el papel le proponen. Un buen libro es una cura de
humildad para comprender lo grande que puede ser un alma humana y a las cotas
de imaginación, reflexión y sensibilidad a las que puede llegar. Un libro es el
mejor epitafio y testamento que un escritor puede dejar para la posteridad. No
dejemos que los libros duerman jamás el sueño de los justos. En ellos está lo
que ha sido, lo que es y lo que será todo el pensamiento de los seres humanos
que los han escrito, los han elaborado, los han leído y los han reflexionado.
Porque un libro es el elemento material más cercano a lo vivo. Tiene el alma de
su autor. Por eso la historia está jalonada por corrientes totalitaristas que
han adoptado como primera medida la quema de libros. Porque en el libro reside
y late la esencia del intelecto y el alma de todo aquello que llamamos humano.
Cuando ya no podamos correr por los verdes prados, nadar en las agitadas aguas,
amar con pasión, ni siquiera caminar por los senderos al lado del río; siempre
tendremos la oportunidad de, con nuestras manos temblorosas, abrir un libro y
volver a elevarnos muy lejos del presente; a la niñez, la juventud, la época de
sueños e ilusiones. Así, con un libro entre las manos, podremos volver a sentir
la pasión que sólo puede darnos, el tacto de sus páginas en nuestras manos ya
cansadas.
MANOS DE JULIO MARIÑAS |
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