EL PADRINO - DE LO PROFUNDO DEL ALMA HUMANA (UNA VIDA DE CINE - IV)

    Un primer plano nos muestra un anciano con el rostro surcado de infinitas arruga, cabizbajo; no vemos su mirada. Esa mirada que en otro tiempo tanto aterró a sus rivales y también a los seres más cercarnos. Se pone las gafas de sol. La claridad del día soleado le molesta. Después, un plano general en el que encontramos en la parte izquierda de la pantalla al anciano sentado en una silla en el patio de su casa. La cámara está fija. En el centro un pozo que parece contener toda la vida del hombre, con sus terrores más profundos, sus sentimientos más íntimos. De repente, como una marioneta a la que han soltado los hilos, a Michael Corleone le cae una fruta de la mano y se desploma de forma tosca y poco elegante, en una muerte seca y solitaria, nada épica y, me atrevería a decir, poco cinematográfica por ser más cercana a la realidad que a la ficción. Sin histrionismos, ni grandes piruetas de dirección, Coppola consigue uno de los finales más impactantes de la historia del cine; comparable a Los cuatrocientos golpes de Truffaut y unos cuantos más. Tampoco hay muchos finales que nos dejen con esa sensación de desasosiego e inviten a meditar sobre nuestra propia existencia y las consecuencias de nuestros actos. Con la muerte de un anciano finaliza la tercera y última parte de la saga de El Padrino dirigida por Francis Ford Coppola. Pero hay que remontarse más de seis horas atrás para comprender esta muerte tan insulsa, tan poco ortodoxa y, a la vez, tan realista. Regresar al momento en que el padre del mencionado anciano celebra la boda de su hija Connie, interpretada por Talia Shire, hermana de Coppola. Porque, para Victor Corleone, la familia es lo más importante. Analizar en profundidad una de las más grandes epopeyas de la historia del cine sería labor ingente. Pero, si es posible, en algunas pinceladas, dar cuenta del gran acierto que Coppola tuvo en la realización de este film. De la primera película de El Padrino se ha dicho en diversas ocasiones que supuso para su director un esfuerzo y muchos quebraderos de cabeza. Pero no nos olvidemos que en otras obras maestras del cine, como Casablanca, también se han dado infinidad de dificultades que, en ocasiones, incluso han favorecido a consolidar el resultado final de las películas tal y como hoy las conocemos. Los orígenes de El Padrino se remontan a cuando Victor Corleone es un niño que ve en su Sicilia natal como matan a sus padres y hermano. Huye entonces en busca del sueño americano. Allí, en un barrio de emigrantes será un trabajador más. Pero con unas acentuadas cualidades imprescindibles en la vida, que lo diferencian de los demás; observa, aprende y reflexiona. Hasta que, sin quererlo, las circunstancias injustas lo llevan a adoptar ciertas medidas que lo convertirán en lo que posteriormente será el Padrino. En los flash back intercalados en El Padrino II, podemos observar la historia de la transformación de Victor Corleone a través de un joven Robert de Niro extraordinario y contenido. Pero es el gigante de la interpretación Marlon Brando, quien, envuelto en la  semioscuridad de la fotografía de Gordon Willis, es capaz de transmitirnos todo el poder de un hombre seguro de si mismo, sereno, meditabundo. Es la imagen del gran patriarca que abraza bajo su halo a su familia y también a todo el negocio de sus paisanos italianos. Fiel a sus principios y a “los suyos”. Quien se la hace, la paga. Es todo un código de honor el que define la figura de Victor Corleone. Si bien es también el último gran dinosaurio de una estirpe que comienza su declive. De hecho será, el no querer entrar en el negocio de la droga, lo que le traiga funestas consecuencias; hasta el punto de ser acribillado cuando está junto a un puesto de fruta en una escena rodada con gran maestría. 

MARLON BRANDO ES VICTOR CORLEONE EN EL PADRINO



   Tenia 32 años Coppola cuando en 1972 dirigió El Padrino. Además de la genialidad del director y algunos de sus actores, hay dos elementos que dotan a la película de un halo personal que la ha encumbrado a las más altas cotas de la historia del cine. Una es la fotografía del operario jefe Gordon Willis antes mencionado –que ha trabajado entre otros grandes directores con W. Allen en diversas ocasiones- con sus tonalidades amarillentas como de vieja fotografía ajada por la nostalgia del paso del tiempo. Otro de los elementos es la evocadora música de Nino Rota que, con su melancólico vals, nos envuelve en una atmósfera que hace más profunda la visión del film. Fotografía y música, dos elementos tan esenciales en el cine que han sido claves en el caso de El Padrino. En el plano psicológico, Coppola nos muestra, a través de los hijos de Victor Corleone, tres tipos de hombres muy definidos y con claras diferencias entre si. El hermano mayor, Sonny, interpretado por James Caan, se nos presenta como un personaje franco, sin dobleces, enérgico e impetuoso. Ese ímpetu le llevará a una muerte trágica, al más puro estilo Bonny and Clyde de Arthur Penn. El siguiente hermano, Fredo, interpretado por John Cazale, es un cobarde vividor, ajeno a cualquier principio moral. El más joven de los hermanos, Michael, interpretado por Al Pacino, es el más frío y calculador. “Es mi familia, no soy yo”, dice a su novia Kay Adams, interpretada por  Diane Keaton. Y sin embargo, a la muerte de su padre y hermano mayor, acabará haciéndose cargo de la familia; esa que en un principio le parecía ajena es los aspectos más truculentos. Un cuarto hermano, hijo adoptivo de Victor Corleone, interpretado por Robert Duvall, será el asesor en los negocios del patriarca, y enfrentará las situaciones desde un punto de vista bastante indiferente y sereno. En el inicio de la primera película de El Padrino, ese contraste entre la fiesta que tiene lugar en los exteriores de la casa y la sobriedad del despacho de Victor Corleone, ya nos empieza dando pistas del drama profundo que late dentro de la obra. La película se cierra con otra celebración, el bautizo del hijo de Connie. Pero, en este caso, el contraste es si cabe mucho mayor, porque,  mientras se oficia la ceremonia, los jefes de las familias rivales son asesinados por orden de Michael Corleone, en una escalada de violencia que incluye la muerte de su cuñado. Acontecimientos que acabarán pasándole factura. La sed de venganza del hijo menor de Victor y el afán de poder y control, empiezan a manifestarse. En contraposición a su padre, un hombre humilde hecho a sí mismo; Michael es un déspota que quiere controlarlo todo. Pero tiene en su contra el mayor enemigo que un ser humano puede atesorar, el miedo. Un miedo que le lleva a ser inseguro; una inseguridad que acabará haciendo que sólo se mire el ombligo y, en contraposición a su padre, termine perdiendo a su familia. La orden de asesinar a su hermano Fredo es la acción más definitoria. Muerte que le perseguirá toda su vida. Al Pacino, que tuvo que sufrir el desprecio del productor, construye un personaje  que refleja lo que iba a ser su trayectoria profesional como actor. Coppola por su parte, amenazado con ser despedido, cuestionado en la elección de actores, rodando con dos cámaras, improvisando a la hora de la comida la muerte de Victor Corleone mientras juega con su nieto, se dice que incluso llorando sentado en una tumba durante el rodaje del entierro del patriarca porque no puede rodar y montar la película como el quiere; nos da una prueba de tenacidad. Así, cada escena es rodada como si fuese la última, lo que nos muestra una concepción del séptimo arte innovadora en su estructura y montaje para la época, adquiriendo la película una categoría cinematográfica magistral. 


AL PACINO ES MICHAEL CORLEONE EN EL PADRINO


    En 1974, ya con total libertad y el presupuesto duplicado (11 millones de dólares) Coppola rueda el descenso a los infiernos de Michael Corleone, alternándolo en perfecta analepsis con la antes mencionada consolidación en el pasado de su padre Victor como el Padrino. Pero Victor es un hombre que, por su inteligencia y capacidad de adaptación, a su llegada a América se va haciendo a si mismo, también ayudado por el azar que le lleva a impartir justicia matando a un extorsionador que tiene bajo su dominio al barrio.       Mientras, en el presente, Michael es un personaje totalmente diferente a su padre. Michael lo tenía todo, estudios y una carrera militar brillante. Pero el destino hará que salga lo peor de alma humana que yacía escondido en él. Ahora que es el nuevo patriarca, en su torre de marfil se va deshaciendo de enemigos y amigos sin distinción; buscando una seguridad y una calma que nada ni nadie le puede dar, porque los monstruos que lo atormentan subyacen en su interior. Se traslada de Nueva York a Nevada y vive en una gran casa fortificada, perdiendo todo contacto con la realidad y acosado cada vez más por los fantasmas de su pasado y presente. En esta segunda entrega, entra en escena el tema, tan de actualidad, como es la corrupción política y sus relaciones con lo oscuro de la delincuencia. Desaparece lo sagrado que hacia de la mafia una forma de entender los negocios y de El Padrino un hombre intocable. El detonante de la desintegración familiar es el atentado que Michael sufre en su propia casa, en el que casi esta apunto de ser acribillado junto a su mujer. El otro gran momento que marcará los acontecimientos posteriores es el beso de Judas que Michael da a su hermano Fredo antes de dar orden de que sea asesinado.  
    Tendrán que pasar más de tres lustros para que salga a la luz la tercera parte de El Padrino. Parece ser que Coppola tenía intención de tratar el enfrentamiento de Michael con su hermano, el hijo adoptivo de Victor; pero no fue posible porque se dice que Robert Duvall pidió el mismo salario que Al Pacino. Por lo que ese personaje desaparece en esta última entrega, y todo se centra mucho más en la figura de un Michael Corleone prematuramente avejentado y torturado por el pasado, que pretende redimirse siendo bendecido por las altas instancias religiosas e intentando su concesión al comercio legal. Pero son intentos vanos, ya que la película nos descubre que la corrupción afecta a las más altas esferas. Todo está sucio. Quiere saldar cuentas con sus socios, pero, es tal el alto grado de traición e intereses entre sus antiguos cómplices y los banqueros suizos, que se ve incapaz. Ya sólo le quedan su hermana Connie y su hija Sofia. Un nuevo personaje, Vincent, interpretado por Andy Garcia , hijo de su hermano Sonny, parece garantizar la sucesión. Un actor bien elegido para el papel, ya que nos recuerda en su rostro a su tío Michael de joven, pero tiene el temperamento de su padre Sonny. Sin embargo, el mundo ha cambiado. El honor, los códigos éticos más o menos discutibles de la antigua mafia, son vistos como una cosa del pasado. Todo vale en un mundo podrido por la ambición y el poder. Y es Mary, la hija de Michael interpretada por Sofia Coppola, el ojo derecho de su padre, quien muere por los pecados de este. En un final apoteósico, la familia se reúne para ver actuar al hijo de Michael que es cantante de ópera. Con la música de fondo de Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni, se suceden los acontecimientos. En un montaje nuevamente magistral, vemos como los que han traicionado a Michael caen asesinados; pero, al mismo tiempo, en el teatro de la ópera se masca la tragedia porque han contratado un sicario para acabar con la vida de Michael Corleone. Lo cierto es que, en la monumental escalinata que se abre a la entrada del teatro, Mary, la hija de Michael, pierde la vida delante de toda la familia por una bala que iba destinada a él. Todo ha cambiado. El mundo de la corrupción y las intrigas ha alcanzado un grado de sofisticación donde el honor y la palabra de un hombre no tienen valor. Esta última entrega de El Padrino es la apertura de telón a todo lo que hemos visto y estamos viviendo posteriormente. Antes, el mundo de la corrupción nos era mucho más ajeno, porque no teníamos las vías de información necesarias para llegar a él. Hoy podemos constatar que, lo que Coppola nos muestra en El Padrino III no está nada alejado de la realidad. Así, volvemos al punto donde empezó este artículo. Un anciano solo en una silla. Con unos cachorros de perro a su alrededor, expira su último aliento víctima de su propia codicia y sintiendo que se ha alejado de todo aquello que su padre Victor Corleone consiguió con la única arma de la inteligencia.


ROBERT DE NIRO ES VICTOR CORLEONE DE JOVEN EN EL PADRINO


    ¿Por qué nos impacta tanto este final? ¿Por qué nos invita a la reflexión? Creo que en el fondo, porque en nuestra dualidad como seres humanos, no estamos libres de, llevados por las circunstancias, convertirnos en indeseables. Porque la película nos está diciendo que, tarde o temprano, nuestras acciones, de un modo u otro, nos pasan factura y, ante la muerte, estamos solos con nosotros mismos.
        El humano busca la multitud para ahogar su propio drama existencial. Desde los albores de la humanidad, las sociedades se han cubierto por una inmensa capa festiva donde el bullicio hace olvidar por unos instantes que la única realidad es que, al vencer los días, estamos solos ante nuestros fantasmas. El haber vuelto a ver la trilogía de El Padrino de Francis Ford Coppola me ha hecho meditar sobre la naturaleza de los seres humanos. La trayectoria a lo largo de tres generaciones de la familia Corleone se ha mostrado ante mis ojos de un modo muy diferente al de hace años. Las tres películas –que no dejan de ser una sola película dividida en tres partes- trazan todo un estudio psicológico de una familia de emigrantes sicilianos que son llevados por el Sueño Americano hasta las más altas cotas de crueldad. Habría infinidad de aspectos que comentar sobre la obra de Coppola inspirada en la novela de Mario Puzo –autor que trabajo con el director en el guión-, pero en estas líneas me interesa recalcar esa comparación que considero pertinente para entender la existencia llevada a los extremos más duros y crueles. El Padrino Victor Corleone, interpretado por en inconmensurable e inimitable Marlon Brando en su madurez y por un joven Robert de Niro que ya apuntaba maneras en su juventud, es el resultado de un niño que vio como en su Sicilia natal asesinaban a su familia y tuvo que emigrar en las primeras décadas del siglo XX en busca de una nueva vida. La necesidad, en el barrio donde sobrevivió y formó una familia, mientras observaba como las gentes vivían oprimidas por el yugo de unos cuantos delincuentes, le llevó sin pretenderlo a impartir justicia de un modo violento y convertirse en lo que después sería para todos el Padrino. Se hizo a si mismo. En el caso de su hijo, Michael, interpretado por Al Pacino en uno de sus más complicados trabajos, es también el azar el que le lleva, asesinado su hermano mayor, a convertirse en Padrino a la muerte de su padre. Pero Michael Corleone parte de una venganza. Sus manos están manchadas de sangre de un modo muy diferente al que le ocurrió a su padre (Aunque huelga decir que la violencia nunca está justificada) Así, el nuevo Padrino se ve ocupando el puesto de su padre de un modo fortuito. Pasa de ser un estudiante modelo y militar condecorado, a ser un asesino y el jefe absoluto. Pero, a diferencia de su padre, Victor Corleone, Michael vivirá siempre con miedo y siempre arrepentido por las decisiones que su miedo le lleva a tomar.  Toda la trilogía puede conducir a una profunda reflexión. Quizá la más importante es que, conseguir el respeto de la gente no debe hacerse jamás por el camino del miedo. Se tiende a pensar que la gente con mucho miedo es cobarde e inofensiva. Pero, en muchos casos, es un pensamiento errado. El miedo hace a los seres humanos violentos. El perro muerde cuando se siente amenazado. La violencia no es justificable en ningún caso, ni física ni psicológica. Pero, si tiene que suceder, que los códigos empleados no dependan de un cobarde lunático enfermizo, como ha ocurrido en diversas ocasiones en la historia de la humanidad. Francis Ford Coppola nos ha dejado con la trilogía de El Padrino, una obra cinematográfica llena de matices; que abarca desde el concepto de familia, pasando por el de la amistad, por el del ser humano frente a la sociedad y su entorno. Y nos ha hablado de la importancia del respeto a la palabra dada y el honor de las personas. Cosas tan en desuso hoy en día. El ser humano que se manifiesta como es, puede resultarnos despreciable o maravilloso; pero no nos está engañando. Mientras, el que esconde su verdadera naturaleza bajo la máscara de la hipocresía, ese si es un individuo peligroso.
    Para la historia del cine, queda El Padrino; la obra de un entonces joven Coppola que luchó por crear una pintura fílmica que, aunque nos pueda parecer muy ajena a nuestras vidas, nuestros círculos y nuestras familias; no lo es tanto. Por suerte o por desgracia, la grandeza de una vida se mide más por como uno afronta su destino, que por la cantidad de gentes que nos dicen lo maravillosos o patéticos que somos. Porque, al final, cuando caen los días, solos con nuestra conciencia rendimos cuentas ante nosotros mismos. La soledad es la playa en la cual, más tarde o más temprano, tendremos que varar nuestra nave y hacer recuento de lo que ha sido nuestro periplo por la vida. Una playa que nunca nos permitirá volver a zarpar.

FRANCIS FORD COPPOLA CON ALGUNOS DE LOS ACTORES DE EL PADRINO


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