DE VIAJES Y LUGARES SENTIDOS - I - VIGO Y EL MAR
Navegué las aguas de tu Ría, de
Vigo a San Simón, Pomtesampaio, Cangas, Moaña, Las Islas Cíes. Era un niño que
vio elevarse los pilares del Puente de Rande desde el mar. Contemplé como las
dunas que eran el paso entre el bosque de pinos y la playa de Samil
desaparecían. Y en Vigo fueron cerrando cada vez más al mar los pocos lugares
donde aún se podía reconocer en ella una ciudad costera. Hoy, la ciudad en la
que nací es una metrópolis cuyos habitantes apenas pueden ver las aguas que
bañan sus costas y mucho menos tocarlas. El noventa y mucho por ciento de la
costa que besa la ciudad es un inmenso almacén que no pertenece a los vigueses.
Si Vigo hubiese crecido hacia el interior, respetando su costa, probablemente
hoy sería la ciudad más bella del mundo. Hace veinte años que escribí un
artículo titulado “Vigo, la bella dama herida de muerte”. Hoy, después de dos
décadas de aquellas letras, la herida mortal sigue supurando cada vez más. Del
Vigo de mi infancia ya sólo quedan los atardeceres en que el sol sigue muriendo
en el horizonte en un sinfín de colores, mientras el rumor de las aguas
acaricia los recuerdos.
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