LAS PALABRAS NUNCA PRONUNCIADAS

    Nunca te dije que, mientras sonreías al escuchar mis reflexiones, veía el mundo reflejado en tu pálida cara de diosa griega. Tenías en el rostro la sinceridad y la pureza de la dama que acoge a los amigos en sus maternales brazos y tu voz era dulce como una primavera ya cumplida.
    Nunca te dije que, mientras apoyabas tu cabeza en mi hombro, cansada después de una larga jornada en remotas aldeas ya perdidas, sentía en mi joven cuerpo desgarrarse el deseo hacia tu piel cobriza, envuelto por tu grave voz que animaba mis anhelos.
    Nunca te dije que, mientras jugabas con otros a seducir y aceptar ser seducida, descendía cada vez más en mi dolor de caballero herido por tu insultante desdén y seguía albergando un vez más la esperanza de un nuevo beso que hiciese latir el corazón en mi pecho adolescente.
    Nunca te dije que, mientras decías adiós con lágrimas en los ojos al tiempo que nos jurábamos amistad eterna; veía en tus húmedos labios que tanta sed calmaron, un final sin retorno, que todo acabaría.
    Nunca te dije que, cuando nos saludamos aquella noche en la bulliciosa pista y contemplé tu pecosa cara y los rojos cabellos cayendo ensortijados hacia tu chata nariz y tus ojos de musa triste; quise decirte que “mañana”, que nunca es tarde para cumplir sueños.
     Nunca te dije que, mientras me abandonabas, yo emprendía el descenso hacia las grutas donde habitan mujeres que no encuentran la casa en las que espera su marido, las jóvenes que tuercen la mirada cuando ven los despojos del desamor transitando sus aceras.




    Nunca te dije, mientras fuimos dos, que tal vez fuimos tres en algún momento del camino. No lo recuerdo bien. El tiempo es tan ambiguo.
    Nunca te dije que, mientras pegabas tu cuerpo al mío en la pista de baile, pensaba en volverte a ver mañana; peno no tuve el valor de hablar entre las sombras.
    Nunca te dije que, cuando las fotos se volvieron amarillas, creí no ser aquel habitante de los pequeños papeles de otros días.
    Nunca te dije que, cuando cantaba a la luz de la luna mirando el cielo estrellado; pensaba en otra y ansiaba sus formas.
     Nunca os dije que, en el fondo, todos tenemos algo que ocultar o, simplemente, algo que no merece la pena ser contado. Pero siempre tendré la duda de si, todas las cosas que jamás os dije, podrían haber cambiado el rumbo de mi historia.

Dibujo de Julio Mariñas

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