LAS COSTAS DE NORMANDIA
Cementerio
americano en Colleville-sur-Mer. Foto
de Julio Mariñas
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En Colleville-sur-Mer, sobre la playa de Omaha, existe una extensión de césped siempre verde en el que se alzan 10.000 cruces como recuerdo de aquellos que perdieron la vida en el desembarco de Normandía. Es el cementerio americano, testimonio de la entrega de miles de soldados, en su mayoría jóvenes, que murieron en las costas del noroeste de francés para liberar a Europa del dominio nazi. Solemne y sobrecogedor, este cementerio tiene un monumento en el que están escritos más de 1.500 nombres de soldados cuyos cuerpos nunca fueron encontrados.
Caminando entre las cruces pienso que la historia no sólo la hacen los grandes nombres, sino los héroes anónimos. Personas que nunca serán mencionadas por los libros, pero su esencia llena los acontecimientos que cambiaron el rumbo de nuestras vidas.
9.387 cruces de mármol blanco, latinas y judías
entremezcladas;
testimonio
de la perdida de vidas humanas en Normandia.
Foto de
Julio Mariñas
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En la ciudad de Bayeux, observo
los últimos veteranos de la 2ª Guerra Mundial paseando sus calles con las
medallas adornando sus chaquetas; testimonio viviente de aquellos días.
Aunque los ataques de distracción de
los aliados hicieron pensar
a los alemanes que la invasión sería por el Paso de Calais; Hitler ordenó que
se inspeccionaran y fortificaran todas las defensas de su ejército en la costa
francesa. Encomendó esa tarea al veterano comandante del África Korps, que
había luchado contra los aliados en África del Norte, Rommel, el “Zorro del
desierto”. Para desgracia de los aliados, Rommel era un militar muy astuto.
Creó la “Muralla del Atlántico”; unas fortificaciones permanentes a lo largo de
700 Kilómetros de costa construidas
por los alemanes y los prisioneros de guerra.
RUINAS DE UN
BUNKER (Batería de Point-du-Hoc, Normandia) Foto
de Julio Mariñas
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Rommel también reforzaría la
artillería y las ametralladoras. Pondría
campos de minas y defensas hechas con maderas y raíles de tren que
dificultarían el desembarco en las playas.
INTERIOR
DE UN BUNKER EN POINT-DU-HOC. Foto
de Julio Mariñas
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Dentro de la tragedia, fue una suerte
que la petición que hizo Rommel de enviar también a la costa a los efectivos
que estaban en el interior de país, no fuese atendida por Hitler. Aún así, el
desembarco de los tres millones de hombres en las costas normandas fue una
hazaña que costó un gran número de vidas humanas. Y la playa de Omaha, que me
recibe en este septiembre de 2011 con un cielo gris y lluvioso, fue la más
difícil de conquistar y donde más hombres murieron. Con sus 8 kilómetros de
longitud, no era el lugar más idóneo para el desembarco de Día D. La suave
elevación permitía a los alemanes ocupar un terreno llano a cierta altura sobre
el nivel del mar. Fueron ocho cañones pesados, treinta y cinco antitanques y
ochenta y cinco ametralladoras las que instalaron aquí los defensores. Además
de cubrir con alambradas el lugar, para dificultar la ascensión.
LA PLAYA DE OMAHA. Foto de Julio Mariñas
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Observo las aguas del mar del Norte.
Recuerdo los testimonios de algunos supervivientes que decían que el 6 de junio
de 1944 se tiñeron de rojo por la sangre de miles de muertos.
El verano está tocando a su fin y hace
un día inestable. En el mes de junio de 1944, desde las costas de Gran Bretaña,
el general estadounidense Eisenhower debió mirar al cielo con mucha más
incertidumbre. El tiempo cambiante en el Canal de la Mancha podía hacer
peligrar la “Operación Overlord”.
Por fin dio la orden y, el 5 de junio, 5000 barcos se hicieron a la mar llenos de
soldados de diferentes nacionalidades, en su mayoría estadounidenses y
británicos; entre ellos, más de 700 buques de guerra que debían cubrir el
desembarco.
El horizonte de la playa de
Omaha se llenó de embarcaciones
que
navegaban hacia las costas de Normandía. Foto de Julio Mariñas
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Hoy ya no queda nada de los nidos de ametralladoras pesadas y
morteros que desde la altura esperaban el desembarco aliado. Pero sería la 352ª
división, veteranos alemanes del frente ruso que llegaron a Normandía para
instalarse estratégicamente en los acantilados, los que convertirían la playa
de Omaha en un infierno durante ocho horas.
En el centro de la playa, un monumento
recuerda los trágicos acontecimientos.
Puedo imaginarme un sin fin de barcos
apareciendo en el horizonte. En la hora H, la 29 División de Infantería, con
ocho compañías de Rangers estadounidenses, asaltaron la zona oeste de la playa.
Los veteranos de la 1ª División de Infantería, la zona este. Cientos
murieron abatidos mientras
salían de las lanchas de desembarco; otros heridos murieron ahogados por el
peso de sus mochilas. Los que lograban pisar la arena tenían que pasar las
zonas minadas. El famoso fotógrafo Robert Capa, plasmó esas imágenes, antes de
huir en una lancha de evacuación de heridos. Cuentan los supervivientes, como
los muertos mostraban el camino a seguir y se luchaba cada metro de playa. Para
mayor desgracia, los carros blindados de apoyo a la infantería, fueron lanzados
muy lejos de la orilla y se hundieron en su mayoría. Sólo llegaron cinco.
El cielo gris sobre los
acantilados de Point-du-Hoc, escalados por los Rangers en el Día D
Foto Julio Mariñas
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Restos de una batería alemana
destruida. Foto
de Julio Mariñas
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Creo que
conocer la playa de Omaha, ha sido una invitación a la reflexión. Tal vez, el
meditar sobre ello me acarrea más dudas que conclusiones, pero no me importa. No se
pude vivir de espaldas a la historia. ¿Qué lleva a un hombre a iniciar una
guerra que provoca millones de muertos? ¿Por qué los hombres se matan? La playa de Omaha adquiere un
significado muy importante por la dimensión de la batalla, por estar encuadrada en la 2ª Guerra Mundial,
porque es un momento decisivo en la historia de Europa. Pero, no puedo olvidar que en el instante que yo
contemplo una playa limpia, sin rastro de sangre derramada; hay cientos de lugares en el mundo donde se
vierte sangre.
Restos de alambrada defensiva alemana
en Point-du-Hoc.
Foto Julio Mariñas
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La Guerra - Obra de Julio Mariñas -
1994
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Comienza a llover con fuerza. Mientras me
alejo, observo el horizonte. La historia se mece en las olas. Una historia
tapizada por los cuerpos de héroes anónimos.
En el interior de un Bunker alemán. Foto Julio Mariñas
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Que envidia, cuando yo estuve por la zona de Bretaña no ibamos con sufieciente tiempo para ir a Normandía, pero seguro que iremos algún día.
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