DEL HOY Y EL AYER IV
La noche se abate lentamente
y ya no canta el ave en la retama;
sufre el doliente, goza el que ama,
mientras el tiempo pasa indiferente.
Las horas lloran, ríen, mienten.
En el balcón, callada dama,
la muerte desciende sobre la cama
y el cuerpo inerte ya no siente.
Suena a los lejos la canción,
la lejana y extraña melodía,
el vals de juventud y de pasión
que sonó cuando un día, triste amiga,
roto y herido sangraba el corazón
mientras la noche devoraba al día.
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