DE LA EXISTENCIA VII
Ayer,
Amé la vida con una pasión ciega.
El mar y yo éramos uno;
Tempestuosos, indómitos, salvajes.
Un continuo río de savia adolescente
llenó mis aguas de juventud y fuerza.
Ayer,
Los verdes campos eran nuestro lecho,
las playas, las aguas cristalinas,
y lo frondosos bosque misteriosos.
Allí, nuestros briosos corceles,
sin monturas, sin bridas, sin espuelas,
cabalgaron agotados hasta el éxtasis.
Ayer,
Cuánto exprimí las primaveras llenas,
Los cálidos veranos de sudor dulce,
Los otoños de parques tapizados de hojas
secas,
Los inviernos de besos húmedos bajo la
lluvia.
Ayer,
Fue el tiempo de descubrir y la aventura,
de buscar el amor y el sexo hambriento;
la escuela de la vida que no reside
en ningún lugar; sólo en todas partes.
Ayer,
Buscábamos el secreto de la existencia,
sin mapas, sin rutas prefijadas;
y, a veces, lo hallábamos turbio y negro;
y, otras, lo encontrábamos luminoso y bello.
Ayer,
Aún sigue aquí, y seguirá hasta el día
en que mi último aliento desvele
el final de mi existencia; y morirá conmigo;
pues de él tan solo quedará algún vestigio
en quienes compartieron mi existencia.
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