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TAL VEZ LA VIDA - II

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    El tiempo ha pasado veloz sobre los días de sol, allí, en las montañas que arañan con su perfil el alba radiante y el ocaso sentido; veloz por la noche de claro de luna, cuando sobre las aguas serenas, amores furtivos hicieron nido desafiando al espacio y sus misterios insondables. No cesa el tic tac contabilizador de horas vivas y muertas; referente para el humano advertido; a pesar de esa relatividad que conjuga tiempo y espacio, dejando la puerta abierta a diversos interrogantes sobre ese cosmos ignoto y desafiante. Entender que sólo existe aquí y ahora, y ya acaba de pasar; que cada sutil movimiento; un parpadeo, una sonrisa, hasta la efímera brisa de la infancia; va añadiendo, sin remisión, tiempo sobre nuestra existencia; es el concepto más útil para vivir. El error más hiriente de todo esto de la historia del hombre, es haber construido una existencia material, un entramado social, un pensamiento global e individual, como si la vida de cada humano sobre la faz de la tierra

TAL VEZ LA VIDA - I

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    Intrincado laberinto donde circunspecto el humano transita sin perspectiva ni ángulos perfilados. En su retina poliédricas imágenes asoman, fulgor de ocaso, tapiz de horizonte argénteo y quieto. Un aroma de fango ahíto de cadáveres sin nombre se mezcla con la fragancia eterna de juventud y olvido. Por sinuosos corredores vagan los ecos atonales, disonantes, quebrados, de las voces antiguas; cruel plegaria. Y el hombre percibe ese sabor de besos desmayados y sexos acabados en la noche de los tiempos. Sus dedos resbalan por las ásperas paredes de complejos pasadizos. Ítaca está cada vez más lejos. La bruma de las horas la perdió en la noche de novilunio cuando el buque majestuoso de los sueños surcaba mares ignotos, piélagos que hablan de la soledad y el tiempo. Bajo el pragmatismo contemporáneo de la urbe enajenada, duerme la voz del poeta; letargo hacia un abismo sin fin, profundidad de un firmamento en continuo devenir hacia la nada. Mientras surca una lágrima la eterna y fugaz

CONVERSACIONES CON SENIA - X

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    Hace tiempo que no bajo al río. Prefiero el otoño para hacerlo. En verano está demasiado frecuentado. Esta noche es posible que esté ella en sus orillas. Ya la estoy viendo. Lleva un vestido blanco de gasa que la brisa nocturna mueve suavemente.     -Hola, Senia.     -Hola.     -Hace tiempo que no nos veíamos.     -Algún tiempo.     Apenas veo su cara. Mira hacia otro lado, como queriendo ocultar algo.     -¿Oyes, Julio?     -¿El qué?     -Los cantos de poetas.     -Vagamente. No puedo distinguir sus palabras.     Entonces, Senia canta susurrando con la voz más dulce que jamás he oído.     Vuelas tiempo, vuelas, A las tierras lejanas Donde habitan los versos Que un día llevó el viento. Vuelas, tiempo, vuelas, A las blancas mañanas Donde rotas pasiones Dieron su último aliento.     -Es muy hermoso, Senia. Nostálgico.     -Sería hermoso, si fuese verdad.     -¿Verdad? No te entiendo, Senia.     -No son poetas los que cantan.     -

AL CORRER DE LOS AÑOS (EN LA NOCHE - XII)

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    Al correr de los años, envueltos en un sutil manto de horas entregadas, se ha ido desgranando la vida y sus misterios. Nunca estuvimos tan cerca del abismo, como cuando descubrimos que las gaviotas que surcaban el horizonte en los atardeceres rojos no iban a ninguna parte. Ahora, en las aguas calmas del ocaso, flotan los cadáveres de los instantes desvanecidos al paso de los días. Los verdes campos están secos en el espejo de la cruel memoria. Sin remisión, en las sombras se esconde el tenebroso canto de ancestrales sirenas que habitan las islas no encontradas en los mapas. Si navegáis los mares cercanos a ellas, no os dejéis hechizar por sus cantos, ni por su aparente belleza. Tras los bellos rostros y las sensuales formas, esconden afilados dientes y corvas garras negras que arrancarían vuestras entrañas hiriendo el interior más profundo. Al correr de los años el espejo se torna revelador implacable. Su faz empañada apenas sí deja vislumbrar el rostro cansado y pensativo. Las g

CAE EL POETA (REFLEXIONES DE UN POETA EN LA SOMBRA - XXXVII)

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    Cae el poeta. Sus rodillas golpean el suelo áspero y cubierto de hojarasca del viejo cementerio. Entre las tumbas silentes, llora el olvido de su obra. Aquellos versos inspirados que acompañaron las noches de vigilia al brotar de su pluma. Alrededor del camposanto, la ciudad dormita agónica con respiración entrecortada, ahíta de soberbia y mediocridad. El mundo gira indiferente al canto del poeta. Tal vez, pasado el tiempo, como en tantas otras ocasiones a lo largo de la historia, las gentes lavarán sus conciencias editando los versos del poeta en cuidadas ediciones póstumas. Lo harán cuando no sea más que mondos huesos o polvo en cualquier tumba. Ahora no quieren que la inmensa sombra que proyectan sus palabras pueda hacerles meditar o mueva conciencias. Es necesario el triunfo de lo superficial para que el ser humano pueda justificar tanta miseria, tanta mediocridad, tanta injusticia. Cae el poeta y, arrodillado entre las tumbas, sonríe aliviado porque sus alas de sueños pueden

ESPECTROS - V

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    Están allí; en el rincón oscuro a donde siempre has temido ir. Pero tarde o temprano lo harás. Todos lo hacemos. Guturales y estridentes sonidos entrelazados profieren sus gargantas. Están ahí, en las sombras más ignotas.

ESPECTROS - IV

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    Los veo pasear. Creen estar vivos. Su aspecto es saludable. Tal vez por eso no quiere ver la realidad frente al espejo. Su hedor putrefacto los delata. Apestan a vileza y tiranía.

ESPECTROS - III

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    Lívida, marmóreo el rostro; allí en lo alto de la mansión entre roquedales; asoma su tez macilenta al amplio cristal, silenciosa y enigmática. Su mirada firme no parpadea. Tiene en su semblante toda la decepción de la muerte temprana, la cruel desolación del no haber vivido.

ESPECTROS - II

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    Arrastran sus cadenas hiriendo el silencio de la noche de luna nueva. Allí, cuando la oscuridad es más patente. Como en un rugido que araña las calles de la ciudad dormida. Metal pesado de sueños incumplidos y decepciones. Son entes poderosos condenados al sufrimiento eterno de llevar consigo la pesada carga de lo incierto. DIBUJO DE JULIO MARIÑAS

ROSTROS (REFLEXIONES DE UN POETA EN LA SOMBRA - XXXVI)

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    Siempre han estado presentes en la historia de la humanidad. La vanidad, el egoísmo, la avaricia, el desprecio de aquellos que se creen superiores a sus semejantes, la indiferencia del que vive en el bienestar hacia aquellos que sufren y padecen. Lo que distingue la época que vivimos de las anteriores es que, ahora más que nunca, esas personas tienen rostros. Las vemos a diario en los medios de información audiovisuales o escritos. Ahora, la podredumbre que el ser humano atesora tiene nombres y apellidos. Al igual que vemos la mirada perdida en los niños muertos de hambre, también vemos el gesto mezquino de aquel que roba, oprime o mata y destruye la vida de los demás directa o indirectamente, sin preocuparse por nada que no sea su ego inflado hasta el paroxismo. Siempre ha existido la soberbia del ser humano. Pero antes sólo nos llegaba el olor; ahora nos llegan las continuas imágenes que muestran la faz podrida de muchos homo urbanus. A pesar de todo, aunque para muchos no sea

TU PRIMAVERA EN MI OTOÑO - A MI SOBRINO MARIO

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La infancia que atesoras se dibuja ante mí como un sueño. Tus tres primaveras se reflejan diáfanas en mis ojos ya cansados de tanto contemplar risas y llantos. Reside en tus tiernas maneras ese sabor a lejanos tiempos en que la vida me acogía generosa al abrigo de unos brazos maternales. Por el pasillo de entonces los recuerdos transitan como zombis extraviados. Sus ojos brillan en la oscuridad sedientos de los tiempos donde vivir era una aventura insolente y temeraria. Cuando ríes, el niño de antaño late en mi pecho como queriendo aflorar en vano en una búsqueda del tiempo perdido estéril y sólo posible ante un Proust evocador. Cuando lloras, las lágrimas recorren silentes los recónditos lugares de mi alma donde habitan los llantos que derramé y que por mi derramaron. Brillan tus tres primaveras de vida en este ocaso mágico de otoño, mientras el sol ahoga en el mar un nuevo día. Parece que mañana despertaré en la lejana infancia contemplando el rostro de mi madre y subiré la cuesta

PRESENTIR EL OTOÑO (REFLEXIONES DE UN POETA EN LA SOMBRA - XXXV)

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    Desde el balcón observo una luna que pugna por crecer. Y viajo con mi mente al tiempo de otros ocasos veraniegos. Como aquel en que llegó el primer adiós. Lo hizo con esa indiferencia propia de los que saben de la finitud y otros desvaríos. La playa, vergel de húmedos besos y bronceadas pieles encontradas, tornó la percepción que hasta entonces teníamos de ella, para convertirse en arenal desértico y áspero. De eso hace muchos veranos. Tantos, que ya apenas recuerdo con nitidez tu inquieta mirada de sirena varada entre las rocas cuando te encontré desorientada, pero tierna y seductora. La vida del hombre tiene la cruel costumbre de ir desvaneciendo y espesando en la niebla de la memoria hasta las cosas más hermosas. Lo vivido se va alojando en recónditos lugares de nuestro pensamiento como un poso silente, para emerger en noches como esta bajo el amparo de una creciente luna enigmática, centinela de un planeta tierra alocado y ajeno al encanto de un firmamento ignoto. Es noche ce

VED ESA ESTRELLA

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    Ved esa estrella. Su luz sigue brillando a pesar de que ha muerto hace muchos años. Esa relatividad existencial hace al hombre tan pequeño, que parece imposible la vigencia de tanta soberbia y vanidad enseñoreando su insignificante planeta. Tal vez ese conocimiento de finitud es lo que convierte al homo sapiens, en muchas ocasiones, en un repugnante ser lleno de violencia, odio y desprecio a todo que no sea su “Yo”. Así, despropósito tras despropósito, masacre tras masacre; va llenando, en muchos casos, su existencia de cadáveres, en ocasiones físicos y en ocasiones psicológicos, y decorando con ellos, de un modo siniestro, la superficie de un planeta que lleva mucho tiempo herido de muerte. Acaso desde que el ser humano se estimó lo suficientemente poderoso como para destruir la hermosa vida que alberga la tierra. Las grandes corrientes de pensamiento político y religioso se han ido transformando paulatinamente en hervideros de humanos llenos de razón unos frente a otros. Lo que

RELATOS ROTOS - IV - EL DESCONOCIDO

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    Llegó una fría mañana de otoño quebrando con su paso lento y cansado algunas de las hojas secas del camino. Las gentes lo miraban extrañadas y hacían el silencio a su paso. Entró en el bar de Natalia con gesto inexpresivo y la boca entreabierta -apenas perceptible a causa de la poblada barba- por un cansancio acumulado durante años.     -¿Qué va a tomar?     -No tengo dinero –su voz sonó hueca y rasgada, susurrante.     -Pues empezamos bien.     -Yo te pago lo que tome –dijo un anciano enjuto sin levantar la vista del vaso de vino; como si en el rojo líquido residiera el misterio de la vida aún sin resolver.     - Estás muy generoso hoy, Anselmo.     Ya has oído, forastero.     -Un bocadillo de lo que sea y un café con leche bien caliente.     -¿Queso?     -Queso está bien.     Aunque la primera impresión fue que podía estar hambriento, no lo  parecía a juzgar por la lentitud con que comía. Lo hacía con pausa, saboreando cada bocado. A pesar de su corpulencia,

RELATOS ROTOS - III - PARA CUANDO LLEGUE EL INVIERNO

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    Estaban sentados en aquel cuarto oscuro, tétrico a pesar de la luz de estío que entraba por la ventana iluminando parte de la habitación. ¿Has acabado los deberes? Pregunta sin dejar de calcetar. No, aún no. ¿Entonces qué haces leyendo ese libro? Es el que me regaló papá. Déjame ver. Tu padre no entiende que sólo tienes diez años. Entonces, Raúl calla. Sabe que comienza el largo parlamento de su madre. Esa señora de no más de cuarenta años con el pelo entrecanado recogido en un moño, prematuramente envejecida. Ahora luce el sol ahí fuera, Raúl. Pero no será por mucho tiempo. Siempre llega el otoño, y después el invierno; y, para cuando llegue el invierno, uno debe estar preparado. Raúl escucha con resignación las lentas y sentenciosas palabras de su madre, deseando que acabe para poder volver a la lectura. Ahí llega tu padre. Pedro, pequeño pero corpulento, entra con una sonrisa y da una palmada en la espalda de Raúl. Sin darle tiempo a saludar, Clara lo increpa con irónica suavi

RELATOS ROTOS - II - RITMOS PERSISTENTES

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    Los amantes están sentados en el banco del parque, la cabeza del amante en el pecho de la amada escucha los latidos del corazón. Mientras la ternura envuelve a los jóvenes enamorados, hay otros ritmos persistentes que agreden el oído en habitaciones de hospital, porque son de corazones ya gastados, ahí, en el final, cuando todo está decidido; aunque insultante la calle sigue bullendo de sueños, ilusiones e intensidad; ajenos los viandantes a los dramas gestados en cuartos asépticos. Todo está mucho más cercano de lo que imaginamos. Fluye el tiempo en el reloj de pared, sonoro tic-tac quebrador del silencio y la oscuridad de los hogares vacíos, abandonados por sus habitantes aún a su pesar, rumbo a esperanzas hospitalarias, cuando la vida ya no es tan nuestra y late en las manos de otros. Siguen habitando en su paz los amantes del parque aprovechando el sol de primavera. Ha sus oídos llega el persistente ritmo del redoble de un tambor, seco, expeditivo, dando paso a la marcha fúne

RELATOS ROTOS - I -LA ANCIANA Y LOS ÁNGULOS

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    La veo encorvada sentada en la vieja silla de madera cercana a la ventana; la mirada perdida de esos ojos lánguidos y ojerosos parece viajar en el tiempo a otros lugares. Los niños que juegan en la calle la observan con extrañeza. Sus mentes tempranas no vislumbran más allá cuando ven una anciana junto a la ventana. Pero todos hemos sido jóvenes alguna vez. Ella también. En la solitaria habitación donde pasa las horas, los ángulos oscuros se han roto convirtiendo sus vértices en abismos sin final en los que giran las eternas preguntas sin respuesta. ¿Por qué existimos? ¿Quiénes somos? ¿Tiene algún sentido la vida? La toquilla sobre los hombros apenas es un leve abrigo para el frío que dan los tiempos de ausencia sobre el cuerpo gastado. Y las manos castigadas por la artritis son aberrantes cubiertas de lo que fueron los delicados dedos de juventud con los que sentía el tacto de la fresca hierba en los prados de antaño. Han pasado tantos años. Aquella anciana se fue un día mientra

DE OTROS VERANOS

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    Son las doce del mediodía y regreso de la playa. Me gusta ir muy temprano, cuando la arena es una gran extensión sin manchas de veraneantes. Mientras conduzco, suena Hotel, dulce hotel de Joaquín Sabina, lo que me retrotrae más de un cuarto de siglo hacia atrás en el tiempo. Cazador furtivo intentando seducir el azar que me llevase hacia aquellas habitaciones tan anónimas, modestas en sus prestaciones, pero desde las que sí era posible ver romper las olas contra el malecón besando una nuca. Hoy, en mi memoria, esos cuartos siempre aparecen solitarios, antiguos en su poco mobiliario. Pero en aquellos tiempos eran radiantes porque la juventud lo iluminaba todo. No obstante, mientras el aire cálido que entra por la ventanilla del coche me envuelve en los recuerdos trayendo aromas de juventud, siento que soy afortunado por haber logrado no caer en la trampa de esos amores domésticos con muebles de skay y poder seguir albergando la llama del deseo. Los humanos tenemos la insana costum

EL ARTE, LA SOCIEDAD Y EL YO

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    Como en un carnaval hipócrita y falaz, la sociedad se estructura cada vez más compartimentada en modelos definidos de ideologías, de grupos, de movimientos. El individuo, consciente o inconscientemente, busca su grupo. Aquel que le va a ratificar más en sus ideas preconcebidas o aquel que está más acorde con sus intereses. Así, los supuestos líderes, no tienen más que mover los hilos y, los unos y los otros y los de más allá, bailan la canción del desconcierto. Pero ¿dónde queda El Yo? Si algo me han enseñado los años, es que no todo es blanco o negro, derecho o izquierdo, grande o pequeño. Porque entre cada extremo hay un intermedio, y entre ese intermedio y cada extremo hay otros intermedios; así hasta el infinito. La gran mentira es el rebaño homogéneo  que sólo favorece los intereses de unos pocos. Hay tantas ideologías como seres humanos. ¿Por qué intentar fusionarlas? Al abrigo de ideas de consolidación, sectarias, de grupo; se va conformando una sociedad intolerante; cuand

EL ÚLTIMO ALIENTO (EN LA NOCHE - XI)

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    A cualquier hora, en cualquier lugar, inesperadamente, con sutileza, tal vez con brusquedad, bajo la noche sin luna, cuando el sol esté brillando, al abrigo del lecho, en el bullicio de la urbe, frente al mar de los sueños, descendiendo las cumbres del desencanto, ascendiendo por senderos mágicos; de un modo u otro, llegará. Posará su firme y huesuda mano sobre mí y, al hacerlo, todo lo vivido se disipará envuelto en la bruma del último ocaso. Quedarán mis escritos hieráticos y mudos sobre los anaqueles, solemnes los pentagramas con mi música guardarán respetuoso silencio. Y libros a medio leer esperarán en vano mi mano ansiosa sobre sus páginas. Encapuchada con su negro sayal invadirá mi yo sin compasión. El filo de su guadaña brillará amenazante disuadiendo de cualquier esperanza. Y la clepsidra que contaba mis días quedará sin el líquido elemento. Todo lo que creí mío se dispersará en otras manos, otros ojos, otros sueños; o simplemente sufrirá mi ausencia involuntaria. El oto

EL POETA Y LOS BUITRES (REFLEXIONES DE UN POETA EN LA SOMBRA - XXXIV)

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      He visto a los buitres merodeando alrededor del cuerpo agonizante de los sueños. Sus largos cuellos y sus peladas cabezas impregnadas en sangre entraban y salían de las entrañas de la víctima. Volverán las mareas vivas y espumosas olas descargarán su ira en el litoral de invierno desierto de esperanzas. Arrastrará el mar los restos de aquello que pensamos eterno. Porque la vida es sólo un verso inconcluso en la arena de los días. Si el poeta sigue condenado al abandono, mientras los buitres se reparten el festín ¿qué podemos esperar del ser humano? Por cada noche de vigilia creativa, allí donde el alma se encuentra con el abismo, existe una herida brutal que sigue abierta al despuntar el alba. Los recios picos de los buitres la socaban con su abanico de vanidades y crueldades. El arte al borde del abismo intenta agarrarse en un último esfuerzo, mientras de él cuelgan asidos los falsos creadores, los ingeniosos constructores de supuestas ideas innovadoras y globalizadoras de mas

OBSERVO EL MUNDO (REFLEXIONES DE UN POETA EN LA SOMBRA - XXXIII)

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      Observo el mundo. A mi alrededor flotan los silencios que produce el desencanto. Veo rostros que son máscaras que albergan un interior vacío de conceptos profundos. Los pasos que hemos dado en la arena de los días acaban siempre siendo borrados sutilmente, sin remisión. No queda nada allí donde el mar custodió los sueños. Así se escribe la existencia, con gruesas pinceladas, sutiles sfumatos; tenebrismo de los atardeceres que vivimos en rincones olvidados. A veces regresan con los vientos del Norte las lejanas melodías de tiempos felices; tornan frías, disonantes espectros de sal y bruma. Observo el mundo. Y el mundo sigue ajeno a la profundidad del verso derramado a golpes de pasiones y sueños. FOTO DE JULIO MARIÑAS

ENTRE LA LUZ Y LA SOMBRA DE LOS DÍAS - CAPÍTULO V - LAS HORAS QUIETAS

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    Tic, tac, tic, tac. El péndulo inflexible oscila protegido por la caja del reloj de pie. “Hace tiempo que debería haberme desecho de ese artefacto”. Piensa en la oscuridad del cuarto, aún vestido sobre la cama sin deshacer. La nocturnidad siempre ha sido cobijo de la reflexión. Una caverna dio a Platón muchas de las claves de su filosofía. ¿Es la oscuridad el hábitat natural del hombre pensante? Probablemente fue al abrigo de las cuevas donde el homo primitivo, alrededor del fuego, comenzó a hacer volar la imaginación y reflexionar sobre lo divino y lo humano. Manchas negras y ocres en perdidos rincones de olvidadas grutas; uros y otros animales plasmados por nuestros ancestros para exorcizar sus fantasmas, para propiciar la caza. Pensamiento en el futuro. Inicio de la conformación de un pensamiento dependiente del porvenir, tendente al olvido del presente, nostálgico del pasado. Siempre ha dormido muy poco. Sus pensamientos se debaten implacables entre la razón más pura y los se

ENTRE LA LUZ Y LA SOMBRA DE LOS DÍAS - CAPÍTULO IV - LOS CUIDADOS

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    -Estás empapado. Acabarás cogiendo una pulmonía.     El hombre esboza una media sonrisa apenas perceptible mientras mantiene la vista baja. La sobrina seca su cuerpo maduro, cuyos músculos parecen aún conservar el vestigio de los tiempos de esplendor, como si no se resignasen a morir del todo.     -Ni que fueses un anciano desvalido. Haces cosas que no acabo de entender.     El hombre alza la vista. Sus ojos verdes aún conservan cierto aire de picardía y el brillo de las cosas vividas. Piensa que es la intensidad de la existencia lo que ha forjado su prematuro envejecimiento. La profundidad de lo experimentado acaba con las energías de cualquier ser humano, por muy vigoroso que este sea.     -Gracias por los cuidados. Pero no son necesarios. ¿No tienes clase?     -¿Clase? Soy tu sobrina, cómo no voy a tener clase.     -No seas irónica.     -Ahora voy.     -Tus padres deben estar preocupados. Llevas aquí dos días.     -Ya les he dicho que estaba en tu casa. Pero

ENTRE LA LUZ Y SOMBRA DE LOS DÍAS - CAPITULO III - BEN WEBSTER

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      Camina las calles húmedas, densas en su sobriedad. Su paso, ralentizado por la pesadumbre de la evidencia, desacompasado, apenas sostiene su cuerpo encorvado. Busca el pequeño bar. Aquel donde solían pasar las veladas el grupo de amigos. Allí la vio por primera vez. Sonaba el saxo tenor de Ben Webster, aterciopelado, moribundo, profundo, envolvente, dulce, embriagador, candente, experimentado, solitario; el humo de los cigarros se entrelazaba y ascendía hacia el techo del pequeño local. Fuera, los gatos hurgaban en las basuras y algún mendigo tambaleaba su pena por los oscuros callejones del barrio antiguo. Y Webster era la melodía hecha pasión y desencanto. Pero entonces él era un joven apenas sin espejos; tan solo aquellos que hablaban de otros paraísos y sensaciones. Ella tomaba algo en la marmórea barra. Con un sutil movimiento de muñeca llevó el vaso a los delicados y perfilados labios para beber. Así la vio por primera vez, mientras el saxo tenor de Ben daba al aire melod