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Mostrando entradas de mayo, 2016

RELATOS ROTOS - XXI - EVOCACIÓN NOCTURNA

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    No podía ser más oscura la noche, ni más negros los cimientos que la sostenían sobre la ciudad perdida; mientras, ella recorría sus desiertas calles con paso indeciso, los tacones quebraban un silencio denso de humedades y desencantos, haciendo eco en las vacías estructuras junto a las que pasaba, naves abandonadas de cementosas columnas sin acabar de revestir, esqueletos de colosales edificios que se alzaban hacia el cielo, cuyas cuencas negras semejaban ojos siniestros que la observaban impúdicos; Elsa detuvo sus pasos para encender un cigarro; en sus manos delicadas y bien cuidadas, el zippo apenas alumbró la esquina del muro donde por un instante reposó su esbelta espalda manchando el abrigo gris, envoltorio del vestido rojo que cubría un cuerpo de curvas insinuantes; junto a ella pasó un borracho tambaleante que la obsequió con una mirada furtiva no exenta de un desprecio incomprensible; después de la primera calada al cigarro, continuó su camino falsamente repuesta del

ERRANTE

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ERRANTE Errante, por la llanura estéril de los días baldíos, como un Quijote sin aventura que cumplir; intentando recuperar la antigua ruta donde es posible transitar el camino que lleva más allá de la carne finita, al lugar en que habitan las homéricas musas. Desafiando, las marmóreas plegarias de las voces sin alma, deambular ausente de nichos y dilemas el sendero que bordea el abismo del tiempo, con la rotundidad del verso más sentido, atento al murmullo del mar en las arenas, de los árboles viejos que el viento acaricia. Y así, ardiendo sin pudor en Infierno de Dante, surcando una vez más la estígica laguna que hace ver al hombre el rostro más amargo, hasta anclar mi barca en el brumoso muelle donde siempre es invierno húmedo y somnoliento, contemplando el hogar de los desheredados. Entregado, al delicioso canto de vestales lascivas, a la música quieta del páramo sonoro, buscando una vez más aprehender las quim

EL TIEMPO, TÚ Y YO

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    Y ese aroma de fresca juventud entre sábanas blancas, cuando los dioses descendían cómplices para posarse sobre el lecho; los gorriones revoloteando cerca de las ventanas aún maquilladas por la escarcha nocturna; en el tiempo en que los vientos norteños golpeaban con furia inusitada las puertas viejas de la antigua casa, pero nosotros éramos inmunes a su virulencia, su implacable fuerza que una y otra vez hostigaba los cimientos del hogar; flotábamos, incansables y eternos devoradores de prohibidas hazañas, sobre el abismo del mañana, sin percatarnos de la estremecedora negrura que bajo nuestros pies crecía; hasta que llegó la noche tensa, el labio mudo, el puerto baldío al que no arribaban ya los barcos de antaño; y el delirio de amor se hizo más fuerte que el tiempo, más intenso que el paso irrefrenable de los años sobre nuestras quimeras; así, hasta concluir borrachos de pasión una vez más, para evocar de nuevo los años vacíos de penumbras, plenos de vida y sueños; m

RELATOS ROTOS - XX - EL DÍA QUE LOS LOBOS DEJARON DE AULLAR

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    Los lobos aúllan en lo alto del monte. Pero, cuando descienden las lomas para rondar las casas de la vieja aldea, son más bien silenciosos y sus leves gruñidos se diluyen en los vientos del invierno nevado. Dentro, el fuego del hogar cobija a los habitantes de las viviendas construidas con recias maderas extraídas de los árboles del bosque cercano. Ese tupido hábitat donde el canis lupus deambula enigmático, evocador de leyendas y misterios en su mayoría no resueltos. Algo más apartados, están los restos de un antiguo cenobio. Aún se resiste a caer el campanario con su broncínea campana que deja oír su tañido en noches de temporal como ésta. Un magnífico ejemplar de macho dominante rasca la vieja puerta de entrada a una casa con su huesuda pata. Dentro suena un ronco gemido gutural que parece proceder de oscuros laberintos infernales. No muy lejos del grupo de lobos, camina con paso lento un hombre totalmente embozado, desafiando a las ráfagas de viento cargadas de nieve que

RELATOS ROTOS - XIX - BAJO LOS SOPORTALES DE LA LEJANA CIUDAD ANTIGUA

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    Los cabellos castaños mojados por la lluvia abrazaban tus bronceadas mejillas. Bajo los soportales de la lejana ciudad antigua buscamos el refugio después de haber corrido las empedradas calles al vernos sorprendidos por una repentina tromba de agua veraniega. Y así, abrazados en la semioscuridad, sintiendo el calor que emanaban nuestros ardientes cuerpos a pesar de las ropas empapadas, no dimos mutuo abrigo al tiempo que crecía en nosotros un deseo incierto, vacilante; de esos que aún tienen la esencia de los primeros despertares que dan paso a la lujuria y el desenfreno. Fue anocheciendo lentamente, con una languidez propia de románticas historias, mientras tus almendrados ojos, pozo de infinitos misterios, ahondaban en los míos. En besos entregados, húmedos, eternos; bebí la savia de tus carnosos labios. Ocurrió en un atardecer de estío. Cuando paseábamos tranquilos, amigos y cómplices de ilusiones y sueños. Una lluvia repentina nos hizo emprender la huida en busca de re

SENTIR

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Ver a la luna llena bajo esas aguas quietas en lagos escondidos de ardiente juventud; sobre el mar dormido de un verano ausente; en el cauce del río que me arrulló la infancia. Escuchar ese canto apenas perceptible que entonan bellas ninfas cuando danzan las horas; el rumor de los vientos que llegan desde el Norte con amargos recuerdos que atraviesan el alma. Aspirar el aroma de la hierba que, verde, fue sedoso tapiz para juegos inquietos;  y ese lejano olor de cuerpos encontrados en las noches de estío, cuando la vida hierve. Sentir el tacto dulce de las pieles ausentes que se han esfumado en la niebla del tiempo, el beso inigualable de madre protectora cuyo valor supera al del oro más puro. Saborear de nuevo aquel gusto primero de caverna lasciva apenas explorada; el de los generosos pechos exuberantes cuyas torres se irguieron festejando la vida. Percibir un mañana repleto de ilusiones; al destino llamando como un desco

AÚN RECUERDO

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    Aún recuerdo el momento en que Arthur apareció apoyado en el marco de la carcomida puerta del ático donde entonces vivía. No pudimos evitar el pasar juntos una temporada en el infierno. Tampoco tuvo nada de especial aquel viaje. Salvo las conversaciones que entonces mantuvimos, frente a unos vasos de absenta, sobre la bendición y maldición que conlleva el amar la literatura. Charles, después de observarnos largo tiempo con vidriosa mirada, acababa esbozando una sonrisa contenida. Fuera, en el jardín, Virginia regaba las flores del mal. No sé qué le había dado con aquellas flores. Su imagen delicada y algo trágica mientras contemplaba las plantas, sigue  aún hoy grabada en mi mente. En este presente del siglo XXI parece todo muy lejano. Pero no lo es tanto. Es difícil no tener latente el privilegio de haber compartido, aunque en ocasiones sólo fuese unos instantes, unas horas o unos días; momentos profundos con personas como ellos. La playa no estaba demasiado lejos de la ciuda

EL NAVÍO

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    Navegaba lentamente en la mar calma bajo un ocaso de púrpuras y ocres. Coloso de crujientes cuadernas y amarillentas velas. De su sentina brotaban agónicos lamentos, voces desesperadas de anónimos tripulantes. En su cubierta, de babor a estribor, de popa a proa; cuerpos lacerados de rostros convulsos, apenas cubiertos por jirones de ropas ensangrentadas. Lo vi en un atardecer de invierno apacible; cuando algunas gaviotas silenciosas acariciaban el cielo y una lavandera despistada se movía nerviosa a la orilla del mar. Después, la noche se abatió definitivamente sobre el litoral, mientras el navío seguía surcando las aguas pesaroso; posible de advertir por la multitud de faroles que colgaban desde el mástil de mesana, pasando por la cofa, hasta el mástil de trinquete. Amarillentas luces que se fueron perdiendo en la lejanía.     Sobre los esplendorosos cielos de verano, los radiantes horizontes de primavera, el mar onírico de otoño, aún sigue navegando renqueante ese naví

TÚ Y YO

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Tú y Yo, Presos de este delirio de amor inextinguible,  con casi cinco lustros de sueños realizados, en esta primavera de Dos mil dieciséis donde las golondrinas becquerianas danzan para nosotros bajo el cielo gris,  seguimos abrasados, absurdos, incansables,  en este delirio de amor que trasciende el tiempo y el espacio, para expandir su halo por todo el universo y sus misterios. Tú y Yo, que abrimos la flor prohibida del jardín donde danzan las ninfas y los faunos, desgarrando los cuerpos en el obsceno acto pasional, insaciable, lascivo, paroxístico, para alcanzar las cumbres del placer, en volcánicas simas donde ruge la tierra y crepitan los fuegos que abrasan los sentidos, hasta el éxtasis último y fatal, donde la muerte asoma presentida. Tú y Yo, que hemos paseado descalzos y livianos sobre tumbas queridas de  personas ausentes, que sufrimos del dolor de ser dos fusionados en un único aliento, bordeando osados montaña

EL SENTIDO DEL AMORHUMOR

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    El Sentido del Amor y el Sentido del Humor encontrados, fusionados, compenetrados en un mismo Sentido de Vivir; dando lugar al Sentido de Amorhumor; única fórmula válida para contemplar la vida con cierta perspectiva y humildad. Cuando los humanos pierden el Sentido de Amor y el Sentido de Humor, generan sociedades represivas y decadentes. Sólo con Amor y Humor es posible crear magia y sueños. En la misma tragedia del dolor y la finitud, laten esos sentidos, dando a la vida trascendencia y liviandad a un tiempo. Cuando los humanos aman, cuando los humanos ríen; aproximan sus esencias y se acercan al mágico mundo de la verdadera humanidad.     Así como el Sentido del Amor no es patrimonio de los cánones de belleza establecidos; tampoco el Sentido del Humor es patrimonio de las personas de rostros simpáticos e histriónicos. El  Amor también reside en lo que es catalogado como feo. El Humor también reside en los rostros serios.     Adquirir el Sentido del Amor y el Sentido

RELATOS ROTOS - XVIII - EL ADIÓS A LA VIDA DE TASCA

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    Erminaldo Dosestrellas fue un vividor recalcitrante que estableció toda una ruta tabernaria por los lugares más sórdidos de la geografía urbana. Le gustaba el vino espeso en grado sumo, hasta tal punto que siempre llevaba en su bolsillo un lápiz con el que, sumergiéndolo verticalmente en la taza, comprobaba el espesor vinícola. Si el grafito en cuestión aguantaba el equilibrio sin vencerse, Erminaldo Dosestrellas sabía que esa era su bebida. En lo que respecta a la alimentación, la cosa tampoco andaba demasiado sutil. Consumía con preferencia hermosos pinchos de alto contenido en sal y picantes varios; desdeñando todo menú que no llevase altas dosis de colesterol.     Arastelio Sintraspón fue todo lo contrario a Erminaldo Dosestrellas. Bien vestido, pulcro en el habla y la gestualidad, voz atenorada de una dulzura empalagosa, siempre hablando con un grado de intensidad moderado y constante. En lo que concierne a sus hábitos de toma de líquidos, apenas

LA VIDA SE DESLIZA SUTILMENTE POR LOS CRISTALES

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    La vida se desliza sutilmente por los cristales. El mundo sigue rugiendo. Bullen insaciables masas, voraces criaturas de metrópolis que van siendo engullidas en un lodazal de vanidad e irrefrenables deseos de un poder económico y social que no sirve para nada. Sólo para intentar ocultar la realidad de la insignificancia y finitud del ser humano.     El artista, olvidado de una sociedad que ha renegado del arte y sus misterios, observa sereno todo un desfile de histriónicas mascaradas.     Y todo por buscar la sinceridad. Demasiado intenso y reflexivo el concepto de arte real, para un mundo sordo y ciego a todo lo que no sea el infantil juego del bienestar y los altos vuelos.     La vida se desliza sutilmente por los cristales. De una lejanía indescifrable llega un canto ancestral, auténtico, insobornable; la esencia misma del arte con la que el artista da forma a los sueños.

RELATOS ROTOS - XVII - MONÓLOGO INTERIOR DE UN ADIÓS

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    A la hora de ponerse el sol, con una calma infinita, se vislumbra en el horizonte una luz mortecina, macilenta, melancólica, que invita a la reflexión, a dejarse llevar por los laberínticos parajes del pensamiento. Entonces, bajo la pertinaz niebla surgida del crepúsculo se advierte un viento que insinuante mueve con suavidad las altas copas de los árboles cercanos, en una danza tenue y apagada; aire que parece surgir de los restos del final del último suspiro de un coloso derrotado. Algún mirlo distraído detiene su trayecto para posarse nervioso unos segundos en una pelada rama.  Después prosigue su vuelo sin reparar en mi presencia. Desde esta ventana en la que hoy observo el atardecer desprenderse irreverente ante la inminente presencia de la noche, hace muchos años contemplé tu adiós. Hoy, el horizonte es amplio a pesar del paso de los años en mi vista cansada. Pero entonces, a medida que te alejabas y tu silueta se difuminaba en la distancia, ese mismo horizonte se

VIVIR

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     Ver el mundo con la mirada quieta de quien contempla la vida meciéndose sobre los sueños cumplidos.     Caminar el profundo surco que van dejando las horas sobre las tierras del desencanto.     Sentir en el horizonte calmo de mayo un ocaso de quimeras desvanecido.     Escuchar en el alba otoñal el dulce canto de las aves que presienten el invierno.     Sentir rugir el mar en lo profundo del pecho enardecido.     Subir a las altas cumbres para contemplar el mundo en su quietud, en su esencia primigenia.       Llegar allí, a la infinita línea que traza la vida acunada por el canto incesante del mundo y sus misterios.