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Mostrando entradas de octubre, 2014

ROSTROS (REFLEXIONES DE UN POETA EN LA SOMBRA - XXXVI)

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    Siempre han estado presentes en la historia de la humanidad. La vanidad, el egoísmo, la avaricia, el desprecio de aquellos que se creen superiores a sus semejantes, la indiferencia del que vive en el bienestar hacia aquellos que sufren y padecen. Lo que distingue la época que vivimos de las anteriores es que, ahora más que nunca, esas personas tienen rostros. Las vemos a diario en los medios de información audiovisuales o escritos. Ahora, la podredumbre que el ser humano atesora tiene nombres y apellidos. Al igual que vemos la mirada perdida en los niños muertos de hambre, también vemos el gesto mezquino de aquel que roba, oprime o mata y destruye la vida de los demás directa o indirectamente, sin preocuparse por nada que no sea su ego inflado hasta el paroxismo. Siempre ha existido la soberbia del ser humano. Pero antes sólo nos llegaba el olor; ahora nos llegan las continuas imágenes que muestran la faz podrida de muchos homo urbanus. A pesar de todo, aunque para muchos no sea

TU PRIMAVERA EN MI OTOÑO - A MI SOBRINO MARIO

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La infancia que atesoras se dibuja ante mí como un sueño. Tus tres primaveras se reflejan diáfanas en mis ojos ya cansados de tanto contemplar risas y llantos. Reside en tus tiernas maneras ese sabor a lejanos tiempos en que la vida me acogía generosa al abrigo de unos brazos maternales. Por el pasillo de entonces los recuerdos transitan como zombis extraviados. Sus ojos brillan en la oscuridad sedientos de los tiempos donde vivir era una aventura insolente y temeraria. Cuando ríes, el niño de antaño late en mi pecho como queriendo aflorar en vano en una búsqueda del tiempo perdido estéril y sólo posible ante un Proust evocador. Cuando lloras, las lágrimas recorren silentes los recónditos lugares de mi alma donde habitan los llantos que derramé y que por mi derramaron. Brillan tus tres primaveras de vida en este ocaso mágico de otoño, mientras el sol ahoga en el mar un nuevo día. Parece que mañana despertaré en la lejana infancia contemplando el rostro de mi madre y subiré la cuesta