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Mostrando entradas de febrero, 2016

LA FANTASIA DEL PODER Y LA TELEVISIÓN

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     La Cualidad supuestamente exclusiva del ser humano frente a las demás especies que pueblan la tierra de anticiparse a los posibles acontecimientos venideros ha condicionado la historia de la humanidad. Todo el entramado social que padecemos en la actualidad viene dado por esa característica. Así, los elegidos por unos y otros para regir los destinos de nuestra sociedad, juegan con los miedos e incertidumbres del ciudadano que asiste a una puesta en escena cada vez más sofisticada y truculenta. Pero, lo cierto es que, el futuro es impredecible, por su condición de inexistencia. Hablar de promesas basándose en políticas probablemente beneficiosas para los ciudadanos es intentar construir puzles invisibles en base a ideas preconcebidas. Las sociedades avanzadas se hallan más estratificadas que nunca, pero siguen respondiendo a unos patrones arcaicos. La condición sine qua non para el fenómeno del líder político es que existan individuos de verbo flui

RELATOS ROTOS - IX - DESPUÉS, AMANECERÁ (JUVENTUD Y LIBERTAD)

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PINTURA DE JULIO MARIÑAS     Lleva la copa a sus sensuales labios para tomar una breve porción y saborear el vino con cuerpo, de cierta aspereza; entonces, mientras deja el borde del vidrio en su boca entreabierta puedo ver la lengua en el preciso instante en que se desliza por el interior de los labios en un último intento de retener el sabor inabarcable del vino. Sus delicadas manos posan la copa y el ángulo agudo que forma el vestido negro sobre el escote deja ver la tibia redondez de los senos que apenas asoman de la tela. Mientras balancea levemente la pierna que monta sobre la otra, las venas de sus pies morenos parecen serpentear por su piel al abrigo de la tenue luz. Así, obligados por la brevedad del vestido en su parte inferior, las pantorrillas y muslos se muestran cobrizos, torneados, contundentes. En ese tren inferior atesora ella cierta rotundidad que contrasta con la cintura de avispa y su parte superior, una firmeza salvaje, de leona potente y fogosa. De nu

RELATOS ROTOS - VIII - EN EL HOGAR

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    El salón era amplio y acogedor. Sentado en el mullido sillón, en bata no exenta de elegancia y confortables zapatillas, meditaba Rubén mientras leía un libro a ratos al tiempo que saboreaba el tabaco de una pipa de sinuosas formas. Lo hacía al calor de una chimenea en cuyo vientre danzaban las llamas resultantes de la combustión de recios troncos entrelazados. La novela que tenía entre sus manos llevaba en su rústico lomo un título breve: SED . Sólo la luz desprendida por el fuego servía de alumbrado a Rubén para conseguir leer algunas líneas de vez en cuando; ya que, pese a su reiteración en encenderlas, todas las velas del salón se habían apagado por causa de las frecuentes ráfagas de viento que trazaban rutas en un ambiente más bien frío. La vela alargada y delgada de la pequeña cómoda; las gruesas y cortas velas situadas sobre la chimenea. Pese al alfombrado suelo, a las paredes adornadas por gruesos e historiados tapices; no había conseguido librarse de un frío húmedo

UNA MALETA Y LA LUNA - XXXIX (Último capítulo)

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        Está anocheciendo en la playa. Ahora los ojos acerados del anciano me observan escrutadores. Cómo he llegado hasta aquí, qué significan todos los acontecimientos vividos desde el instante en que contemplé la maleta alumbrada por la luz de la luna en aquel ático. Probablemente no es que haya sido torpe al buscar respuestas, sino que las respuestas a ciertas preguntas no existen. Acaso la vida sea sólo preguntas. Cuando el ser humano cree haber encontrado alguna revelación, pronto surgen nuevos interrogantes. Ahora sólo puedo sentir lo ínfimo de la existencia en este solitario paraje. Pero los ojos del anciano se revelan ante mí como un nuevo enigma. Si fuese posible entrar en la profundidad de esa mirada cansada, probablemente podría ver al niño que fue entre prados verdes de infancia leve y simple donde el estío suave en su luminosidad hacía discurrir pausados los arroyos en cuyas riberas brotaban flores visitadas por alegres mariposas; el joven que fue transitando salv

UNA MALETA Y LA LUNA - XXXVIII - EL HOMBRE DEL MAR - EL PIRATA OBRA MUERTA

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    El Pirata Obra Muerta navegó todos los mares, desde el Septentrión al Meridión, desde Levante a Poniente. Su apodo hacía honor a su fama de ser el pirata menos temido de la historia. Pese a todo, fue respetado por amigos y enemigos, ¡muy respetado! Trataba educadamente a sus víctimas. La máxima que daba a sus hombres siempre era “Matar lo menos posible; pero, si tenéis que matar, hacedlo rápido y con certeza para infligir el menor dolor” . El Pirata Obra Muerta era llamado también el Hombre del Mar. Esto le vino a él de los primeros quince años de vida antes de convertirse en un pirata y, después, cuando ya tuvo una edad demasiado avanzada para seguir pirateando, cobró de nuevo fuerza el calificativo de Hombre del Mar. Todo fue debido a que nunca en su vida abandonó el mar. Su cuerpo jamás supo lo que era estar en tierra firme; siempre adaptado al balanceo de las naves que habitó. Fue el fruto de los amores de una joven de familia acomodada y un joven marino humilde. Cuen

UNA MALETA Y LA LUNA - XXXVII - EL AMANECER

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    Atrás han quedado las ruinas del cementerio, y más allá la ciudad fantasma engullida por la vegetación exuberante y los colosos arbóreos de peladas ramas, y aún más lejano el litoral en cuyo regazo surgieron las primeras casas de pescadores que serían el origen de la gran urbe. Ahora, delante de mí, no hay nada. Un vacío de negrura que va siendo diluido por las primeras luces de un alba que promete ser luminosa, radiante.  Cuando el día es pleno, descubro que mis pasos me han llevado hasta otra franja de litoral muy diferente. Semeja un virginal paraje de arenas blancas, mar azul alimentado por un río que desemboca calmo en sus aguas. Mis pies descalzos se hunden en la arena y observo a pocos metros de mí a un anciano sentado en un tronco de árbol a la sombra de una palmera; su cuerpo, apenas tapado por una camisa y un pantalón rotos y desgastados de tiempo, es correoso y delgado, encorvado, el rostro curtido por la brisa marina esta adornado por una discreta barba blanca y

UNA MALETA Y LA LUNA - XXXVI

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    Esbelta, de miembros largos, sinuoso torso que se advierte bajo los transparentes velos, el negro pelo ligeramente ondulado mecido con delicadeza por la fría brisa nocturna, viento que se filtra entre las apretadas y rotas tumbas, los pies descalzos sobre la tierra áspera y negra giran sobre sí mismos y la joven se aleja invitándome con su mirada felina de negras pupilas y negros iris a seguirla entre la bruma. Se sienta en una quebrada losa. Observo con más atención su silueta, esquelética, transparente; difuso arquetipo de juventud lejana que, a pesar de su imagen decadente me retrotrae allí, al tiempo donde siempre soplaban en nuestro interior los cálidos vientos del Sur; aunque a nosotros nos gustase acercarnos al litoral, bien a las solitarias playas, bien a los quebrados acantilados, para sentir en nuestros imberbes rostros los fríos vientos del Norte, mucho más enigmáticos, más salvajes, más desafiantes. Fueron tiempos en que la lluvia mojaba nuestra piel, nuestras

UNA MALETA Y LA LUNA - EL SUEÑO - XXXV

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EL SUEÑO     Estoy solo en un extenso páramo cuya piel agrietada habla de una prolongada sequía. En la lejanía, un bosque de árboles sin hojas, petrificados, esqueletos vegetales que algún fuego hostil abrasó antaño. Las romas montañas graníticas de roca madre, vestigios del origen de la tierra, se recortan en el horizonte. Repentinamente, el atardecer se llena de aullidos guturales, coro tétrico y sombrío. Poco a poco, al tiempo que anochece, mi vista cansada va vislumbrando las siluetas de vigorosos ejemplares de lobos en manada, cánidos de belfos babeantes, colmillos afilados y ojos como brasas. Intento huir sorteando las grietas del terreno, tambaleándome y tropezando deslavazado. Una angustia profunda me envuelve. Los aullidos han cesado; ahora puedo escuchar a mis espaldas sus jadeos enfebrecidos. Giro la cabeza y observo los ojos encendidos fijos en la presa que soy yo. Eso hace que no vea donde doy el siguiente paso y mis pies no encuentran asiento. Caigo al vacío e

UNA MALETA Y LA LUNA - El Antiguo Cementerio - XXXIV

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EL ANTIGUO CEMENTERIO     Una colosal verja de hierro forjado continúa señoreando la entrada del Antiguo Cementerio de la ciudad. Su sólida estructura se mantiene en pie, a pesar del estado ruinoso en el que se encuentra el muro que circunda el camposanto, hasta tal punto afectado que en algunos tramos se ha vencido abriendo así otras vías de acceso. Por uno de esos espacios entro en el cementerio. Este lugar se había convertido en punto de visita turística por la belleza de sus tumbas y panteones; además de diversos monumentos conmemorativos erigidos en las glorietas donde se entrecruzan las calles que lo recorren. En los últimos diez años apenas se han realizado enterramientos. Los primeros se remontan a la creación del cementerio en la Edad Media. Observo con estupor que no sólo la ciudad ha cambiado; también el camposanto está más invadido que nunca por la vegetación. Las madreselvas serpentean  las losas y se abrazan a las pétreas cruces, rodeando también los sol

UNA MALETA Y LA LUNA - XXXIII

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   Desde el porche en el exterior del caserón, observo como la noche se va disolviendo pausadamente al ser corregida por un alba gris, velada, sin sol, nebulosa, como si un manto invisible cubriese el cielo. He perdido la noción del tiempo. Debo regresar a la pensión. Encamino mis pasos hacia la ciudad; evitando mirar a mis espaldas donde sé que empieza el páramo. A medida que me acerco al inicio del paseo marítimo alumbrado por solitarias farolas de luz tenue, va penetrando en mí una extraña sensación de soledad; vacío que anida en el pecho como si los latidos del corazón cesaran su rítmica danza de vida. Algún murciélago inquieto cruza su silueta desgarbada entre mi caminar y la luz mortecina. Sin darme cuenta he penetrado en el corazón de la ciudad nocturna. El amanecer no consigue imponerse a la penumbra. Aquí y allá luces dispersas, escasas, asimétricas, dejan ver apenas zonas concretas de edificios; un portal, algunas ventanas, el cartel de un negocio. En un principio, ca