TAL VEZ LA VIDA - I

    Intrincado laberinto donde circunspecto el humano transita sin perspectiva ni ángulos perfilados. En su retina poliédricas imágenes asoman, fulgor de ocaso, tapiz de horizonte argénteo y quieto. Un aroma de fango ahíto de cadáveres sin nombre se mezcla con la fragancia eterna de juventud y olvido. Por sinuosos corredores vagan los ecos atonales, disonantes, quebrados, de las voces antiguas; cruel plegaria. Y el hombre percibe ese sabor de besos desmayados y sexos acabados en la noche de los tiempos. Sus dedos resbalan por las ásperas paredes de complejos pasadizos. Ítaca está cada vez más lejos. La bruma de las horas la perdió en la noche de novilunio cuando el buque majestuoso de los sueños surcaba mares ignotos, piélagos que hablan de la soledad y el tiempo. Bajo el pragmatismo contemporáneo de la urbe enajenada, duerme la voz del poeta; letargo hacia un abismo sin fin, profundidad de un firmamento en continuo devenir hacia la nada. Mientras surca una lágrima la eterna y fugaz existencia del hombre, emerge del vacío aquella melodía del renacer ansiado, en un profundo llanto, descarnado y perpetuo. Mácula que orla la existencia y los sueños.


FOTO DE JULIO MARIÑAS

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