TAL VEZ LA VIDA - II

    El tiempo ha pasado veloz sobre los días de sol, allí, en las montañas que arañan con su perfil el alba radiante y el ocaso sentido; veloz por la noche de claro de luna, cuando sobre las aguas serenas, amores furtivos hicieron nido desafiando al espacio y sus misterios insondables. No cesa el tic tac contabilizador de horas vivas y muertas; referente para el humano advertido; a pesar de esa relatividad que conjuga tiempo y espacio, dejando la puerta abierta a diversos interrogantes sobre ese cosmos ignoto y desafiante. Entender que sólo existe aquí y ahora, y ya acaba de pasar; que cada sutil movimiento; un parpadeo, una sonrisa, hasta la efímera brisa de la infancia; va añadiendo, sin remisión, tiempo sobre nuestra existencia; es el concepto más útil para vivir. El error más hiriente de todo esto de la historia del hombre, es haber construido una existencia material, un entramado social, un pensamiento global e individual, como si la vida de cada humano sobre la faz de la tierra fuese eterna, como si el homo sapiens tuviese garantizada la infinitud de su especie. Ese concepto erróneo ha llevado a los hombres a banalizar su modo de vida como si les sobrasen las horas, a preocuparse de lo irrelevante en vez de vivir con la intensidad necesaria y lógica  ante la finitud de la existencia. El tiempo ha pasado veloz, y lo sigue haciendo. Desde mi rincón contemplo a las aves que surcan el cielo, los veleros que estelan las aguas antes de perderse en el horizonte. Pienso en la placidez de este instante en el que soy consciente de lo irrepetible de cada acontecimiento y en lo mágico de vivir.

FOTO DE JULIO MARIÑAS

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