CAE EL POETA (REFLEXIONES DE UN POETA EN LA SOMBRA - XXXVII)
Cae el poeta. Sus rodillas golpean
el suelo áspero y cubierto de hojarasca del viejo cementerio. Entre las tumbas
silentes, llora el olvido de su obra. Aquellos versos inspirados que
acompañaron las noches de vigilia al brotar de su pluma. Alrededor del
camposanto, la ciudad dormita agónica con respiración entrecortada, ahíta de
soberbia y mediocridad. El mundo gira indiferente al canto del poeta. Tal vez,
pasado el tiempo, como en tantas otras ocasiones a lo largo de la historia, las
gentes lavarán sus conciencias editando los versos del poeta en cuidadas
ediciones póstumas. Lo harán cuando no sea más que mondos huesos o polvo en
cualquier tumba. Ahora no quieren que la inmensa sombra que proyectan sus
palabras pueda hacerles meditar o mueva conciencias. Es necesario el triunfo de
lo superficial para que el ser humano pueda justificar tanta miseria, tanta
mediocridad, tanta injusticia. Cae el poeta y, arrodillado entre las tumbas,
sonríe aliviado porque sus alas de sueños pueden llevarlo a lugares que la
inmensa mayoría de los mortales jamás podrán ni siquiera rozar con sus
pensamientos Porque la caída del poeta es la confirmación de su grandeza. Es la
prueba irrefutable de que la senda que transita es lo más alejado de una
sociedad cruel y enferma.
PINTURA DE JULIO MARIÑAS |
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