AL CORRER DE LOS AÑOS (EN LA NOCHE - XII)
Al correr de los años, envueltos en
un sutil manto de horas entregadas, se ha ido desgranando la vida y sus
misterios. Nunca estuvimos tan cerca del abismo, como cuando descubrimos que
las gaviotas que surcaban el horizonte en los atardeceres rojos no iban a
ninguna parte. Ahora, en las aguas calmas del ocaso, flotan los cadáveres de
los instantes desvanecidos al paso de los días. Los verdes campos están secos
en el espejo de la cruel memoria. Sin remisión, en las sombras se esconde el
tenebroso canto de ancestrales sirenas que habitan las islas no encontradas en
los mapas. Si navegáis los mares cercanos a ellas, no os dejéis hechizar por
sus cantos, ni por su aparente belleza. Tras los bellos rostros y las sensuales
formas, esconden afilados dientes y corvas garras negras que arrancarían
vuestras entrañas hiriendo el interior más profundo. Al correr de los años el
espejo se torna revelador implacable. Su faz empañada apenas sí deja vislumbrar
el rostro cansado y pensativo. Las gotas que resbalan por su lisa superficie se
interponen entre nosotros y nuestro reflejo. Son lágrimas vacías, insípidas,
olvidadas en el discurrir de los días. En las noches solitarias, las sombras
dibujan frías siluetas en las paredes, sobre los muebles, al abrigo de puertas
entreabiertas, en las habitaciones abandonadas. Y en el amanecer, hay un viejo
sabor a sueños cumplidos diluidos en el despertar de un nuevo día que nos abre
a nuevos enigmas al correr de los años.
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