REFLEXIONES DE UN POETA EN LA SOMBRA - III - GALICIA Y EL FUEGO
Hace poco más de un año que,
probablemente el lugar natural más verde y hermoso de Galicia, las Fragas do Eume,
ardía ante la mirada asombrada de muchos gallegos. Hoy, el fuego sigue siendo
la principal noticia que abre los telediarios de verano. Me dedico a escribir y
componer. Prefiero dejar las leyes y el modo de aplicarlas a los organismos y
estamentos correspondientes. Aunque creo que, en temas como el de los incendios,
hay profundas carencias y lagunas. En mi condición de ser humano y gallego, no
puedo por menos que seguir asombrado y apenado ante el espectáculo anual de la
quema sistemática de nuestros montes. No es necesario ser muy inteligente para
saber que, quien quema un momento es un asesino. Probablemente el peor asesino
que pueda darse en la especie humana. Porque no atenta contra un ser humano
individual, no destruye un ser vivo en concreto; sino que destruye los
cimientos donde se sustenta la existencia de infinidad de especies vegetales y
animales. Quemar un bosque, además de la gran tragedia que puede suponer para
los que ven sus humildes plantaciones de árboles apenas crecidos arrasadas o
sus casas amenazas y en ocasiones destruidas; supone atentar contra el corazón
mismo de la tierra, la madre nutricia, el sustento que nos permite seguir
respirando. Si hace poco más de un año las lágrimas afloraban a mis ojos al
contemplar la destrucción provocada en las Fragas del Eume –un paraje poseedor
de una belleza mágica que he caminado, donde los helechos milenarios brotan y
los árboles centenarios custodian las aguas de un río generoso- en este agosto
no puedo por menos que expresar mi gran dolor ante la masacre sistemática que,
no sé quién, está ejerciendo sobre nuestros bosques en Galicia. El cómo, tampoco
lo sé; pero ya es hora de frenar esta escalada de atentados contra una tierra
que es los pulmones que nos permiten respirar. Creo que algunas gentes -sobre
todo los que tienen en sus manos el poder- en su dejadez, deben pensar que los
seres humanos ya sólo respiramos los gases que salen de los diversos medios de
transporte que pueblan las ciudades, los humos de las fábricas que lanzan al
viento sus residuos, las nubes tóxicas que flotan sobre las grandes urbes. Pues les
he de decir que no. Que, por mucho que nos cueste reconocerlo, los humanos
pretenciosos seguimos respirando el oxígeno que nos proporcionan las masas
forestales, seguimos dependiendo de los procesos de polinización llevados a
cabo por las abejas y otros himenópteros
como avispas y hormigas; dípteros, como las moscas y los mosquitos; lepidópteros,
como las mariposas; y Coleopteros, es decir escarabajos; junto con la
colaboración de algunos mamíferos y aves; y la ayuda inestimable del viento –ese
que tanto estamos envenenando- y el agua –esa que tanto contaminamos. Sí, es
verdad, la existencia del grandioso homo sapiens depende de los minúsculos
animalillos, de esa naturaleza de la que cada día se aparta más.
FOTO EN LOS ALREDEDORES DE LA CIUDAD DE VIGO |
Por eso, quemar un monte, debería
ser considerado un delito contra la humanidad; y no pasar desapercibido y
dejado de comentar cuando pasa el verano y encontramos que el verde gallego está
salpicado por grandes manchas negras, y donde antes señoreaban hermosos
ejemplares de árboles, ahora sólo queda un terreno yermo que, los que tenemos
cierta edad, jamás volveremos a ver en todo su esplendor. He recorrido casi toda
España, he visitado algunos lugares de otros países. De lo poco que he podido
ver, puedo decir que la tierra es hermosa; pero es muy difícil encontrar un
lugar tan impresionante como la quebrada costa gallega a lo largo de todo su
litoral, y el interior de Galicia con sus bosques de robles, alisos y otras
especies centenarias. Si el ser humano es incapaz de actuar para erradicar esta
lacra que atenta contra la raíz misma de la piel del planeta, de poco vale
hablar de capas de ozono, cruzadas contra el maltrato de esto o lo otro. A
todos los abanderados de la protección de la naturaleza me gustaría verlos
allí, en el corazón del fuego, en las hectáreas arrasadas que quedan después;
reclamando justicia y que pare esta sinrazón. Porque la cantidad de especies
animales y vegetales que se destruyen con un incendio son incalculables. Galicia
no debe arder más. Se lo debemos. Por las interminables romerías a la sombra de
las carballeiras, por los paseos de los enamorados junto al cauce de los ríos,
por las noches de pasión en los verdes prados de aldeas perdidas. Porque es uno
de los grandes pulmones de esta España cada vez más desértica. Galicia, esa
tierra tan profundamente verde y maravillosa.
FOTO REALIZADA POR JULIO MARIÑAS EN LOS ALREDEDORES DE VIGO |
Hola, realmente estoy totalmente de acuerdo contigo, con tu texto.
ResponderEliminarNada más triste y dramático que ver la naturaleza ardiendo,olvidando ese verde cobijo de tanta fauna y orgullo de todos nosotros, los gallegos. Aquí y en todos esos lugares donde personas con mente criminal(no se le puede decir de otro modo)atentan cada día, sobre todo en verano, contra nuestro verde bosque tan natural, tan nuestro.
Es un crimen quemar cualquier bosque,sea gallego o de cualquier otra parte del mundo, pero como centrabas tu texto en esta zona, me vino a la mente esta zona.
Gracias por compartir tus escritos, un saludo.
Rosa.