LA BALADA DEL TIEMPO - A MI AMIGO DOMÉNICO DEVICO
El camino al colegio era una cuesta
inmensa y después un sendero estrecho. Como una metáfora de los caminos que
tendríamos que subir al correr de los años en nuestra existencia. Mientras los
demás niños pensaban sólo en jugar, recuerdo que tú y yo, aunque también nos
divertíamos, teníamos algo más en mente. Conversábamos y hablábamos de un modo
diferente e inusual para nuestra edad. Y esa relación, con espacios, se fue
perpetuando a los largo del tiempo. Recuerdo en ti un niño disciplinado, con
las ideas claras. Una persona que, tras su actitud en apariencia superficial y
divertida, escondía valores e ideas muy nítidas. Eso, probablemente, fue lo que
te llevó a tener tantos amigos y convertirte en una persona querida por mucha
gente. Pero nuestra historia es diferente. Primero una niñez en la que, mientras
los demás éramos cigarras, tú eras hormiga y tenías muy claro el sendero a seguir.
Y después el reencuentro. Creo que los dos sabemos por qué he tardado tanto en
hacer este modesto homenaje. Es muy difícil hablar, porque hay cosas que no se
pueden contar, que pertenecen a esas noches en que, en la soledad de un salón,
hablábamos de lo divino y de lo humano frente a una copa, lejos del bullicio. Recuerdo
un profundo foso, una negrura que parecía no tener final. Y no olvido que la
única puerta a la que pensé en llamar y se me abrió fue la tuya. Si esa puerta
no se hubiese abierto, probablemente hoy mi vida sería muy diferente. Pero en
esta historia no puedo olvidar a tu madre. Ese día en que, ya adulto, regresé al
piso en que tantas veces habíamos estado, y ella me abrió con una sonrisa; como
si fuese el pequeñajo que venía a ver a su hijo una tarde más. Y la conversación
que tuve con ella, antes de que cogiese el teléfono para avisarte de que estaba
allí, fue de lo más enriquecedora. Desde entonces, siempre que necesité ayuda,
fue incondicional el apoyo que demostraste. Por eso es tan especial esto que
llamo amistad entre tú y yo. Hay gente con la que compartes mesa, con la que
compartes aventuras, con la que compartes sueños. Y hay gente con la que
compartes algo, difícil de explicar, pero que sabes que es una presencia
constante. Es curioso como, cuando nos volvimos a ver después de muchos años,
parecía que sólo habían pasado unos días. Estoy seguro de que, siempre que nos
encontremos, tendremos esa misma sensación de que hemos compartido los años de
ausencia. Por todo aquello que no se puede escribir en estas líneas, porque a
nadie le concierne; por tu incondicional amistad que ha sido cobijo en los
momentos difíciles, por esas pinceladas del destino que van haciendo que dos
seres humanos se vuelvan a encontrar, por el futuro que nos sea propicio, alzo
mi copa y brindo para que este sol de agosto que hoy baña Vigo, siga bañando
nuestras vidas de sueños e ilusiones.
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