EL ADIÓS

    Llegaste un día entre las montañas que custodian el horizonte de juventud. Tenías el cuerpo moreno y los labios sedientos de carne. Nos amamos allí, en las lejanas tierras que los buscadores de sueños no alcanzan a vislumbrar. Tú y yo, solos bajo la noche de plenilunio surcada por infinitas estrellas fugaces. Y no hubo más tiempo que el marcado por nuestros cuerpos ardiendo al ritmo de la pasión y el desenfreno. Pero, así como llegaste, tu rastro se perdió una mañana de otoño desvaído; dejando entre las sábanas el aroma de eternidad que sólo poseen las pasiones ardientes de las horas en que la juventud abrasa.

OBRA DE JULIO MARIÑAS

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