EVOCANDO EL DESENCANTO

    La noticia hace unos días de la muerte de Juan Luis Panero me ha hecho regresar a una de esas noches de adolescencia en las que la búsqueda de algo diferente era lo prioritario en un mundo que ya comenzaba a apuntar maneras de convertirse en un ente globalizador y excluir a las minorías artísticas. Ver entonces la película de Jaime Chávarri, El Desencanto, me pareció entrar en un mundo diferente y misterioso. Sin ahondar en cuestiones extraliterarias, a día de hoy, no creo que nadie tenga dudas de que la familia Panero fueron unos rara avis en un panorama de transición que comenzaba a hablar de Europa y a tender hacia una sociedad extrovertida y superficial, donde los poetas auténticos, los escritores de verdad, iban a tener poca cabida y escasa proyección comercial. Con la muerte de Juan Luis Panero se ha apagado un poco más la llama de la creación en la sombra, de los hombres y mujeres que hemos hecho de la literatura y otras artes un modo de vida, alejado de los grandes movimientos comerciales. Porque la creación es un acto solitario que sólo puede llevar a las simas del alma humana. Allí donde el bullicio de un sistema fagocitador es apenas un eco imperceptible.

JUAN LUIS PANERO

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