EL LENGUAJE HUMANO (REFLEXIONES DE UN POETA EN LA SOMBRA - V)
El lenguaje humano hablado y escrito, al convertirse en
plasmación e interpretación de la realidad percibida, ha dado al ser humano la
capacidad única en el reino animal al cual pertenece, de construir mediante el
uso de unos signos y sonidos determinados, todo un abanico de infinitas
posibilidades para diseccionar el mundo que nos rodea a partir de nuestros
pensamientos. Así, desarrollo cerebral y lenguaje han ido de la mano en el
transcurrir histórico del homo sapiens. Pero, ironías del destino, ese mismo
lenguaje que nos ha permitido disertar sobre lo divino y lo humano, también ha
tenido y tiene una doble cara. Al igual que un principio activo determinado
utilizado en pequeñas dosis puede curar; pero, si se usa en grandes cantidades
puede ser tóxico e incluso matar; la complejidad a la que ha llegado el
lenguaje humano propicia también que, usado de determinadas maneras, se
convierta en el arma ideal para crear confusión, caos y transformar lo
acontecido en beneficio de unos y otros. Así, cuando hablamos de lo
políticamente correcto para referirnos a lo que a nivel social es considerado
por una gran mayoría como veraz y marca los límites del buen gusto y la medida
de lo refrendado por la moral vigente,
establecemos un muro, una línea divisoria lingüística que viene a decir “Lo que
está dentro de esto, es lo correcto, es el bien. Lo que pasa los límites de
esto, es incorrecto, está mal”. Así, apoyados en lo políticamente correcto,
unos se aferran a unas premisas determinadas; sean de ideología política o de
carácter social; y enarbolan sus múltiples banderas del bien; de tal modo que, todo lo que no es así,
lo consideran nocivo y contrario. Un enemigo en potencia a erradicar. Frente a
estos, están los otros. Aquellos que, tomando
como referencia lo políticamente correcto, enarbolan la bandera de lo
políticamente incorrecto. Ironías del destino y de la lengua, este segundo
grupo acaba encasillándose en una serie de premisas que no son políticamente
correctas, pero van dando forma a determinadas ideologías que, al igual que las
de los grupos políticamente correctos, descartan cualquier premisa o idea que
no esté dentro de los márgenes de las diferentes tendencias originadas. Por lo
que están tendiendo, dentro de lo políticamente incorrecto, a otro esquema que
ellos consideran políticamente correcto.
De lo expuesto con
anterioridad podríamos sacar varias conclusiones. La primera es que, el ser
humano tiende a abrazar uno u otro extremo de la balanza partiendo del
principio de dualidad del bien y del mal. La segunda, que cualquier pensamiento
que deja de fluir y renovarse acaba su desarrollo en el momento en que se
adhiere a una de las dos tendencias. La tercera es que, a su vez, esas dos
tendencias utilizan grupos diversos con ideas que se convierten en máximas de
lo que consideran su verdad inamovible. La cuarta sería que esos grupos
sociales de uno y otro lado, adquieren a lo largo del tiempo una consolidación
que los vuelve estáticos e intolerantes a cualquier idea externa que no esté
dentro de sus premisas. Una quinta conclusión es que surge la confrontación de
los políticamente correctos entre sí, de los políticamente incorrectos entre
sí, y de los políticamente correctos con los políticamente incorrectos; lo que
suele devenir todos los días en una continua batalla dialéctica ente posturas
de los unos, los otros y los de más allá, que giran en un bucle de artificios
verbales, sabiendo que están condenados de antemano a no entenderse ni intercambiar
conceptos unos con otros.
Si meditamos sobre
ello, todo esto nos lleva a la conclusión de que las sociedades como la nuestra
se han convertido en un sin fin de compartimentos estancos, de islas
ideológicas que hayan en el amplio margen que el lenguaje les da para sus
confrontaciones, todo un abanico de posibilidades para tergiversar, enturbiar
y, en definitiva, hablar sin decir nada, para acabar volviendo a sus premisas de base, inherentes a cada
grupo en particular.
Este fenómeno de
sofisticación lingüística tiene como resultado que surjan organizadores
alrededor de los diferentes seguidores de unas y otras ideas; y, como colofón
la figura del líder, el hombre o mujer a la que el pueblo elige para que rija
los destinos de la vida social en la que nos hayamos inmersos. Pero los líderes
de hoy en día ya no son los antiguos líderes de la manada humana que, por ser
más fuertes y más inteligentes, poseían una relevancia en el grupo que los
quería y respetaba por ellos mismos. Los líderes de hoy en día casi nunca hablan
de sus propias reflexiones, sino que tienen tras de sí todo un gabinete de
asesores y el aliento de los compañeros de sus grupos en la nuca, además de
unas premisas determinadas que son los mandamientos del grupo al que pertenecen
y de ahí no pueden salirse. No es de extrañar que el panorama mundial este lleno
de unos representantes que hablan sin decir nada, reiteran sus intervenciones
hasta la saciedad y, lo más importante, han perdido el sentido del humor.
Cualidad indispensable para poder reflexionar con libertad y no cerrar el
lenguaje en un pensamiento único, decadente y pobre.
Esa es la miseria
que acompaña al lenguaje. Pero, nunca debemos olvidar el origen de las cosas,
la raíz donde se asienta la verdad inicial. El lenguaje como tal, nace como
medio de comunicación y se va sofisticando a lo largo de la historia
contribuyendo a la consolidación del pensamiento. Por eso pienso que nunca
deberíamos caer en el error de utilizarlo como alma sentenciadora. Sino que
deberíamos enarbolarlo como bandera
única de reflexión y evolución; teniendo de ese modo un constante flujo ideas
que nos llevaran a dudar y a meditar. Esa es la grandeza del lenguaje. Sólo así
podríamos vivir en una sociedad en continua evolución ideológica, tolerante con
todo tipo de pensamientos y enriquecedora. Porque, volviendo a lo políticamente
correcto, no me considero político, por lo tanto este primer término ya no me
sería aplicable; y no me considero correcto porque, como ser humano soy
imperfecto, lo que me lleva a una incorrección constante. Ese grado de
imperfecciones e incorrecciones, es lo que deberíamos reconocer ante nosotros
mismo y ante los demás. Porque es la llave que abre la puerta de la tolerancia.
Las ideas fijas y sentenciosas desembocan siempre en la intolerancia. Por lo
que, para ser justos, no sé si habré estado muy
acertado en este artículo. A fin de cuentas, no he hecho más que hacer
uso de la lengua para expresar mi opinión; y si considero como he dicho que la
reflexión tiene que estar siempre presente en el lenguaje, posiblemente en el momento de acabar de
escribir estas líneas, ya esté meditando sobre ellas; y es muy posible que con
algunas de las cosas aquí escritas comience a no estar del todo de acuerdo.
En fin, es la
grandeza de la lengua; esta continua evolución hacia...
BUNKER EN LOS ACANTILADOS DE NORMANDÍA |
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