CONVERSACIONES CON SENIA
-¿Bajan turbias las aguas del río?
-Si, Julio. Demasiado turbias,
diría yo.
-Apenas quedan
hojas de otoño en los parques. Dicen que está a punto de llegar la primavera; pero
el humus que han formado los cadáveres de esas hojas otoñales, pronostican una
primavera incierta.
-Es posible,
Julio. Pero ¿hay algo cierto en la vida?
-En eso tienes
razón. De incertidumbre en incertidumbre han ido pasando los años, como las
aguas de este río.
-El tiempo no
tiene escrúpulos, y los hombres no tiene tiempo. Aunque algunos crean ser dueños
de él.
-Si. Es cierto.
Tic, tac, tic, tac. Me parece que aún está sonando aquel reloj que marcaba las
horas en el viejo cuarto.
-¿Qué cuarto,
Julio?
-Tienes razón.
Ya no existe. Hay tantas cosas que ya no existen.
-Las cosas
existen en nuestra mente y poco más.
-Eres demasiado
tajante, Senia.
-Esas hojas de
otoño que antes has mencionado, de las que ya no queda nada; siguen viviendo en
tu mente.
-¿Y los otros?
-¿Qué otros,
Julio?
-Los que las
pisan sin compasión. Aquellos que nunca se han parado a observar si debajo de
ellas palpita algo, o si el viento que lleva las hojas trae consigo algún
mensaje.
-Sigues siendo
tan soñador, Julio.
-Hoy en día eso es
casi un insulto.
-Me temo que si.
Sin casi.
-¿Y tú, Senia,
con qué sueñas?
-Sueño con
inmensas avenidas bulliciosas de gentes que sonríen. Es lo más parecido a la
felicidad que se me ocurre.
-Eres muy joven.
Por eso se te ocurren esas cosas.
-¿Y tú muy
viejo?
-Bueno, tanto
como viejo.
-¿Madurito?
-¿Tú, cómo me
ves?
-Te veo cansado.
-Es cierto, Senia.
La vida parece haber posado todo el peso del ahora sobre mis hombros y comienzo
a estar cansado.
-Eso no hay
medicina que lo cure.
-Eres joven,
pero inteligente. Afortunadamente no está reñida la juventud con la
inteligencia.
-Algunos piensan
que si.
-Deja que lo
piensen, Senia. ¿A ti qué más te da? ¿Los necesitas?
-No. Pero hay
gente que si los necesita.
-Aquellos que
creen en ellos.
-Si, Julio. Y
son muchos. La mayoría.
-Lo que me
pregunto es cómo alguien puede creer en ellos aún. Todo lo han barrido. No han
necesitado ningún viento. Con sus escobas invisibles han ido barriendo los
principios, la moral, la ética y, sobre todo, la verdad.
-Eso es lo más
grave.
-Si, Senia. Muy
grave. Han pisado la verdad con sus zapatos. Esos que cuestan lo que tú y yo
gastamos en comer una o dos semanas.
-El río baja
cada vez más fuerte, Julio.
-Si. Cada vez
más fuerte. El agua debe estar congelada como sus almas. Pensar que en algún
tiempo existió un mundo donde se creía en las utopías, donde se podía mirar a la
cara de tu enemigo, sabiendo que era tu enemigo. Donde había treguas y pactos
de paz.
-¿Nos tomamos un
café, Julio?
-Si. Será mejor
tomarnos un café mientras aún no tengamos las manos atadas del todo y podamos usarlas.
Mientras aún no tengamos la boca cerrada y podamos conversar y decir lo que
pensamos.
-Vamos.
-Vamos. Que el
río fluya, Senia. Que el río fluya.
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FOTO JULIO MARIÑAS |
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