HORIZONTE DE FUEGO
Vimos atardecer, y sobre nuestros sueños
declinó el día lentamente.
Sucedió en un otoño ya lejano,
del que intento encontrar algún vestigio
contemplando este ocaso de oro y fuego.
Fuimos tan lúbricos, tan locos, tan esclavos
de infinitas pasiones inventadas
para envolver de ardiente desenfreno
nuestra locura carnal;
aquella juventud de sed y entrega.
Cómo no pude retener entre suspiros
la magia de viajar hasta el delirio.
Por qué los campos verdes se negaron
a ser hasta el final
nuestro nido de amor desordenado.
Han pasado los años de encontrarse
en grutas exclusivas para dos;
cuando las aves cantaban a los sueños,
y tú eras el yo, y el yo eras tú;
ambos fundidos en un verso eterno.
Hoy, con la vida ya cumplida,
vigía solitario en mi balcón,
contemplo una vez más el cielo calmo,
perlado de matices insondables,
y me pregunto: ¿Habitamos esa lejanía?
De nuevo el día intenta, en vano,
resistirse, no morir del todo.
Pero nada es eterno; ni tan siquiera aquello
que decoró la juventud perdida.
Tan solo la nostalgia permanece.
En este atardecer, quieto y profundo,
una vez más evoco un horizonte antiguo.
Juventud, efímero paraje de una vida;
en qué playa murieron tus pasiones
para jamás volver; sueño perdido.
©Julio Mariñas
Compositor y escritor
(Nombre artístico de Julio César Mariñas
Iglesias)
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permiso del autor.
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