A LA BUSCA DE UN MUNDO IDEAL

 



    La igualdad no existe, porque todos somos diferentes. Incluso, uno mismo difiere hoy de lo que fue en el pasado y de lo que será en el futuro. La igualdad a la que se puede aspirar es, a que todo el mundo tenga un lugar donde vivir en paz, alimento para sustentarse y alguien en quien confiar cuando esté perdido. Todas las demás retóricas no son más que artificios que se viene sucediendo a lo largo de la historia de la humanidad para mantener a la gente en una constante preocupación y lucha que le impida pensar con claridad y centrarse en vivir el presente. 

    Lo que somos hoy empezó hace mucho tiempo. Primero, el grupo humano era dominado por un individuo; después fue dirigido por un grupo de individuos; después ese grupo de individuos, no contento con dominar a su gente, decidió dominar sobre otras poblaciones, ciudades o naciones; cuando esto ya no era suficiente, los territorios o países más dominantes de la tierra decidieron dominar a los menos poderosos y esquilmar sus riquezas; posteriormente, no conformes, tomaron la opción de intentar dominarse entre ellos; finalmente, cuando la fuerza de las armas se tornó un riesgo para cualquiera de los territorios o países dominantes, comenzó una lucha encubiertas en la que primaba el sigilo y la traición, con ataques sorpresivos o sin justificación. Así, el ser humano cambió la lucha cara a cara, donde era posible vencer o perder con honor, por la pelea sucia y sin escrúpulos.

    ¿Y todo para qué? Por el poder, que incita a más poder, y más poder, y más poder… Una abstracción más de la mente desequilibrada del ser humano, que no lleva a ningún sitio, y lo único que hace es arrasar con la dignidad de los pueblos sin el más mínimo escrúpulo. Eso sí, hay que decir también, que todo ha sido y es gracias a las grandes masas que con su apoyo alentaron y alientan todos estos despropósitos, ante la estupefacción de una minoría acallada.

     Mientras todo esto ocurría y ocurre, “los perdedores”; que somos todos aquellos que, por no conseguirlo o por no querer, no nos hemos subido al “carro” de los que viven en otro mundo paralelo a la realidad cotidiana, asistimos atónitos al espectáculo en directo de cómo juegan con nuestras vidas como si, unos humanos maduritos, estuviesen en el patio del colegio jugando a los soldaditos, las chapas o que sé yo.

    Tal vez, el humano “corriente”, con su cabeza como un bombo de tanta idiotez y mediocridad, haya arrojado la toalla y se esté sometiendo a este carnaval esperpéntico que ni el insigne Valle-Inclán habría podido imaginar. Tal vez, han conseguido convencer a la mayoría de la gente de que, la política y la economía son esas únicas grandes palabras que pueden salvarnos del abismo. Si así fuese, sería terrible.

    Pero, sólo por un momento, es interesante que nos hagamos algunas preguntas.

    Si todo el mundo tuviese un hogar en una tierra de paz, si todo el mundo pudiese obtener el alimento necesario para vivir, si todo el mundo tuviese alguien en quien confiar y por quien vivir; ¿para qué valdría la política?, ¿qué interés tendría el entramado económico invisible que mueve millones sobre nuestras vidas afectándolas?, ¿de qué valdría la derecha, la izquierda, el centro, el arriba, el abajo, el más allá o el más acá? Por eso, la mayoría de los que rigen nuestros destinos, tienen poco interés en que todo el mundo tenga un hogar, alimento y pueda confiar en alguien. Si así fuese, nadie necesitaría de ellos.

    Lamentablemente, es muy tarde. En esta espiral de locura y desvarío, ensoberbecidos en sus propias vidas ganadas a costa del temor y la incertidumbre de muchas gentes, nadie escucha ya a nadie. Antes, a los muertos se les rendía honores. Los fallecidos en batalla tienen campos llenos de cruces. Hoy, los muertos son una estadística más, como los índices bursátiles, las cuentas de los que roban o los méritos que adquieren muchos mandatarios en una escalada sin rumbo hacia el poder que arrasa todo a su paso.

    Sólo me queda un consuelo. Sí, pequeño, insignificante. Y es que, esta maravilla que es el universo no se detiene. Sobre las tumbas de los miserables, al igual que sobre las tumbas de los humildes, desfilaran nuevas primaveras donde brotarán las flores, nuevos veranos donde el sol iluminará la tierra, nuevos otoños donde las hojas secas cubrirán los nombres de los que ya no están, y nuevos inviernos cuyos vientos borrarán de un plumazo, no sólo la bondad, también la mezquindad de tantos seres humanos que sólo han vivido y viven para sus propios intereses y los de su clan, sin sentir el más mínimo remordimiento, sin tener náuseas, durmiendo a pierna suelta, mientras han hecho de la humanidad una inútil carrera hacia la nada de una élite que adolece de empatía, sentimientos y comprensión hacia cualquier cosa que no se “lo suyo”, “los suyos” y el afán de más y más brillo en su materialidad insulsa; mientras echan más y más mierda sobre el resto de los seres humanos que sólo queremos vivir en paz.

    

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©Julio Mariñas

Compositor y escritor

(Nombre artístico de Julio César Mariñas Iglesias)

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jucemai@hotmail.com


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