RELATOS ROTOS - I -LA ANCIANA Y LOS ÁNGULOS
La veo encorvada sentada en la vieja silla de madera cercana a la
ventana; la mirada perdida de esos ojos lánguidos y ojerosos parece viajar en
el tiempo a otros lugares. Los niños que juegan en la calle la observan
con extrañeza. Sus mentes tempranas no vislumbran más allá cuando ven una
anciana junto a la ventana. Pero todos hemos sido jóvenes alguna vez. Ella
también. En la solitaria habitación donde pasa las horas, los ángulos oscuros
se han roto convirtiendo sus vértices en abismos sin final en los que giran las
eternas preguntas sin respuesta. ¿Por qué existimos? ¿Quiénes somos? ¿Tiene
algún sentido la vida? La toquilla sobre los hombros apenas es un leve abrigo
para el frío que dan los tiempos de ausencia sobre el cuerpo gastado. Y las manos
castigadas por la artritis son aberrantes cubiertas de lo que fueron los
delicados dedos de juventud con los que sentía el tacto de la fresca hierba en
los prados de antaño. Han pasado tantos años. Aquella anciana se fue un día
mientras dormía. Después regresé a la casa de infancia; ruinosa, desolado
cadáver de mis primeros años de vida. El tiempo es un caos incierto que va
cubriendo lo vivido de una pátina de nostalgia y sueños. Años después, al abrir
la losa, su cuerpo de aspecto incorrupto se desintegró instantáneamente al
contacto con el aire. Nada regresa. Todo se diluye en la noche de los tiempos.
Los ángulos quebrados crujen en las noches de insomnio, en esquinas de cuartos
tan solo vivos ya en la memoria. La anciana en su vieja silla de madera nunca
me contó historias; o tal vez no las recuerdo. Yo tenía la vivacidad de los
primeros años y ella el peso de la vida sobre su piel cubierta de eczema y el
encorvado gesto. Hoy todo suena tan lejano; como aquellas melodías radiofónicas
que nunca regresaron a pesar de que las buscamos en los días y las noches por
las rutas de la vida. Sobre la mesilla gastada, un montón de pipas peladas
conforman una imagen surrealista de infancia; semillas de las horas en que
vivir aún era un proyecto sin barreras. O al menos eso pensaba entonces.
Genial relato! Las palabras perfectas para cada descripción.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ángela.
EliminarAmeno relato que se ve inspirado en ausencias y recuerdos que bordan nuestra memoria. En algunos instantes de tu relato mi emoción se cruza con tu protagonista. Un abrazo Julio.
ResponderEliminarGracias, Maria. Un abrazo.
EliminarMás que relato, creo que es una hermosa prosa-poética que me recuerda a la de Julio Llamazares y su La Lluvia Amarilla.
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Nel. Saludos
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