SOBRE LA NATURALEZA DEL HOMBRE (Anotaciones para un ensayo filosófico) I

    El hombre es un ser “domado” por la sociedad. Normas morales y éticas inhiben y coartan el impulso natural que, como animal, posee. En un entorno cada vez más prohibitivo y reglado, el sapiens va, sin apenas notarlo, viendo cercada su libertad para expresar y llevar acabo sus deseos e impulsos más básicos. Es diferencia fundamental entre ser humano y animal, el que, el primero ha elaborado una suerte de nuevo concepto a lo largo de su existencia como especie; eso que llamamos arte. El mayor misterio que atañe al homo es ese alto grado de abstracción, de línea etérea, conceptual, que le ha llevado al lugar de dominio que en el siglo XXI ocupa dentro del planeta tierra. Hazaña, por otro lado, no demasiado meritoria si tenemos en cuenta la pequeñez del globo terráqueo frente a la vastedad del universo. La pequeña mota de polvo que reposa sobre nuestro mueble sería más evidente a nivel material ante nosotros, que el planeta tierra en el universo cambiante. Aunque el análisis del proceso artístico sería materia de otro artículo, es necesario decir  que ese grado de conciencia sobre si mismo es lo que ha dado al hombre su sentido de superioridad. Así, sabedor o creedor de que los seres que lo rodean son inferiores a él y están para su servicio, abastecimiento y disfrute, “el listo de la clase” lleva décadas esquilmando todo lo que la sabia naturaleza ha ido construyendo en un ciclo de equilibrios que el hombre no cesa de romper con una crueldad inexplicable.

Foto de Julio Mariñas
    Pero, como lo que nos ocupa es la naturaleza humana, concluiremos después de un primer razonamiento que el comportamiento del hombre actual está formado y consolidado por un exceso de egocentrismo y, a la vez, una nostalgia por un mundo del que progresivamente se ha ido distanciando; pero, por razones de subsistencia no ha podido renunciar a él. Así, se ha convertido en un extraño dentro de una tierra de la que nace y a la que se ve obligado a volver. En un vano intento de no formar parte del tétrico ritual de ser comido por los gusanos, se incineran los cuerpos; inútil intento de escapar a la evidencia bíblica “Minimi homini, que pulvis eris et in pulvis reverteris”. Al final, “Nuestras vidas van al mar que es el morir”. Sabedor de lo inevitable, el hombre se inventa a si mismo; como en una suerte de alquimia, la medicina prolonga la vida y aporta calidad a la existencia, pero, a la vez, en ese inicialmente inocente y meritorio intento de favorecerse, prolonga la agonía hasta extremos de crueldad sin precedentes. El enfermo crónico entra en un bucle de restricciones para prolongar su estado de bienestar, para evitar en muchos casos el momento del fatal desenlace, que convierten su vida en un Calvario. Todo aquello que la sociedad del bienestar originó para su placer, ahora es prohibido. El estado de frustración se añade al estado físico, creando en ocasiones una suerte de “Muertos vivientes” que, en esencia, lo que quieren es morir en paz. 
Foto de Julio Mariñas

    Aunque no afloren a la superficie, aunque no puedan ser dichos con palabras; muchos de nuestros sentimientos y pensamientos internos bullen en lo profundo del subconsciente pugnando por salir de su encierro. Es difícil, porque las bases para una sólida sociedad son el encauzamiento del individuo desde su más tierna infancia. La escuela es el principal lugar de adoctrinamiento social, en el supuesto de que el hombre halla nacido en el seno de una familia libre pensante (en el supuesto de que exista un tipo de familia así) La escuela nos dice: “Tendrás un horario”, “madrugarás”, “aprenderás muchas cosas inútiles al lado de muchas útiles”. Nos prepara así la sociedad para ser futuros trabajadores, obedientes, correctos. Y, de ese modo, el hombre va siendo abducido sin saberlo por un sistema devorador y anulador de la personalidad. Esa necesidad de una guía, el no ser jamás destetados -tenemos que pasar de una autoridad materna y paterna a la autoridad “profesional” y posteriormente a la de un jefe- convierte al homo sapiens en un títere que, en la mayoría de las cosas, si tiene la suerte de llegar a los sesenta y cinco años, se pregunta: ¿Qué he hecho con mi vida? O ¿Qué he dejado de hacer con mi vida? Este complejo mecanismo de liderazgo se observa con algunos animales sociales como el lobo; si bien, el liderazgo que ejerce el macho dominante es físico, no un adoctrinamiento que condiciona el libre pensar, como ocurre con los humanos. Tenemos ya al hombre en su esquema completo. En primer lugar una forma de pensar abstracta que lo aísla de su mundo originario provocando una suerte de frustración y un condicionamiento social que dirige su vida y deja un margen estrecho para la libertad de movimientos.
               1. Pensamiento abstracto – Aislamiento del mundo originario (frustración) 
  • Hombre actual 
   
             2. Condicionamiento social – Dirección vital    (Acotamiento de la libertad)

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