LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE MENTES
Siempre han estado entre nosotros. No proceden de ningún planeta situado en una galaxia lejana. Tienen piel, carne, músculos, tendones, huesos, vísceras, sangre; igual que nosotros. Pueden llegar a ser cualquiera de los múltiples semejantes que nos rodean. Podemos llegar a ser nosotros mismos.
Siempre han estado entre nosotros. Antes fueron los líderes poderosos cercanos a los dioses arropados por ejércitos a los que el pueblo debía obediencia. Después los señores feudales que vivían en sus castillos lejos de la plebe a la que oprimían. También los grandes monarcas en sus palacios marcaron épocas en las que el pueblo pasaba necesidad mientras ellos vivían en la opulencia arropados por las grandes fortunas. En etapas más recientes las dictaduras no tan lejanas sentenciaban el bien y el mal según fuesen sus intereses, y aún lo siguen haciendo en muchos lugares del planeta. Esto ha ocurrido a lo largo de la historia cuando un líder ha llegado al poder y se ha mantenido gracias a las instituciones y empresas de cualquier índole con una finalidad espuria que tienen el único fin de enriquecerse.
Siempre han estado entre nosotros. La única diferencia es que, ahora se manifiestan abiertamente. A pesar de que el pueblo no es como en otras épocas, que vivía encerrado en su reducido círculo, adonde apenas llegaban noticias de lo que pasaba en las altas instancias, y su cultura a nivel social era muy inferior o inexistente.
Pero a ellos les da igual. En cuanto han cobrado conciencia de que la gente corriente comenzaba a tener acceso a la información de un modo que, aunque no total, si le permitía elaborar juicios de valor acerca de las conductas de sus dirigentes; la táctica ha sido descargar toneladas de más información sin control y contradictorias de tal modo que, el cerebro de los que las recibían comenzase, sin percatarse de ello, a entrar progresivamente en un estado de confusión. Una vez esto se ha hecho habitual; cuando una gran parte de la población vive aturdida y, aunque pensando que sabe, sin saber muy bien; el siguiente paso ha sido marcar unas directrices de lo que es correcto y lo que no, para, acto seguido delimitar fronteras claras y definitorias que dividan a la población en dos bandos y, si es posible, en tres, cuatro…; hasta llegar a la mínima-máxima esencia; es decir: nación contra nación, pueblo contra pueblo, vecino contra vecino, personas de diferente origen o condición unas contra otras. La gente dividida es más manipulable. De esta sopa venenosa cocinada lentamente durante años han ido dando cucharaditas día a día a las gentes y, sobre todo, a los niños y jóvenes, que son las franjas de edad más vulnerables y el futuro. Además de, hace ya tiempo, eliminar casi en su totalidad las humanidades de la enseñanza, Ya que lo más importante para seguir sangrando a la población y prevalecer en el club de los poderosos dirigentes, es hacer humanos con diseños muy claros preestablecidos que no tengan criterio por ellos mismos. Así, se puede decir que hay libertad, cuando es totalmente falso; porque para que alguien sea libre tiene que tener unos principios propios y no asignados por un modelo determinado de sociedad. Ya que, si en nuestro interior ha sido anulada nuestra libertad para pensar por nosotros mismos, la libertad supuesta en la que vivimos no nos sirve para nada; porque siempre seremos esclavos de los dictados de las corrientes de pensamiento que nos quieran marcar.
Siempre han estado entre nosotros. Hay muchos de los que nunca sabremos quiénes son. A los que vemos, tras su fachada de virtud y su media sonrisa, se esconde un interior gris, sus manos blancas por fuera están sucias por dentro, arrastran el alma de un perdedor y no lo saben. Viven en el miedo, por eso son agresivos verbalmente y, si pueden, físicamente. Son algunos de aquellos a los que en el patio del colegio le quitaban el bocadillo y callaban, pero después se lo decían al profesor o a sus padres; porque buscaban el respaldo de la autoridad y no querían arriesgar su cuello. Son algunos de aquellos que se creían los más guapos y las niñas tontas les hacían caso, pero las inteligentes no soportaban un minuto de su engreída conversación. Son aquellos que pegaban al que era débil físicamente y mentalmente, pero no se atrevían más de una vez con el débil físicamente pero no mentalmente, porque sabían que iban a recibir una respuesta y, aunque ganasen la pelea, no soportaban haber recibido un golpe por pequeño que fuese, ya que se creían intocables y su autoestima podía verse afectada. Son aquellas que intentaban seducir incluso a los chavales que no les gustaban para después dejarlos tirados sin darles nada. Son aquellas que se creían las reinas de la fiesta, pero sólo les hacían caso los más desesperados adolescentes que no veían más que un cuerpo delante de ellos.
Cualquiera de esos que ahora tienen poder en cualquier extracto de la sociedad y lo utilizan sólo en su propio beneficio y son capaces de vender a su madre por seguir manteniendo una posición y una vida en la que creen ser felices; desnudos y despojados de todo ese oropel, frente a una persona con una mente pensante con criterio y mínimamente ejercitado en su cuerpo, no aguantarían la presión de la palabra o la amenaza física y se recluirían en un rincón a gimotear desesperados. Porque, el ser humano, cuanto más hace alarde de sus virtudes, de su inteligencia, de su superioridad moral sobre los demás; más lleno de dudas e inseguridades está. La violencia verbal o física no deja de ser una manifestación para ocultar el miedo a la opinión y la forma de ser del otro.
Quien Es, no necesita manifestarlo ni demostrarlo continuamente.
Hoy, en lo verbal todo son palabras y más palabra, lemas y más lemas, consignas y más consignas, sentencias y más sentencias. En lo físico todo es violencia contra las obras de arte, contra las personas que piensan diferente, contra los que son diferentes y, como ha sido siempre, contra los lugares que no tiene el potencial militar o la influencia necesaria para defenderse del ataque. El panorama es, como si el atacante desde su coche de lujo y alta cilindrada insultara, escupiera o diese una bofetada al del coche corriente de al lado y después acelerase hasta perderse de vista o se quedase en su lugar rodeado por cuatro guardaespaldas. Vamos, el summum de la cobardía.
La diferencia de hoy con siglos atrás, cuando todo esto llamado civilización empezó, es que antes, el que llegaba a ser líder lo había demostrado siendo el más hábil luchador y el mejor estratega. Era la misma injusticia, pero al poder no llegaba cualquiera sin inteligencia y valor. Hoy, el más burro de la clase o el más débil de ánimo, puede llegar a lo alto y ejecutar cambios importantes en la sociedad. Y las personas así, son las más imprevisibles. Los estúpidos no descansan nunca porque su permanente estado de miedo les impide estar serenos.
El pastel es cada vez más grande, las instituciones y sociedades se multiplican; se ha creado una industria militar, farmacéutica y otras derivadas, que tiene que mantener sus engranajes para seguir dando grandes beneficios. Todos los que están en la zona superior de la pirámide muerden con fruición su trozo y viven con el terror a que alguien se lo quite, haciendo todo lo que sea necesario para conservarlo. Mientras, debajo de los que están en esa burbuja de ilusión, hay millones de personas trabajando, en condiciones casi siempre miserables, para alimentar todo ese sistema del que apenas obtiene el ciudadano las migajas; y aún así tienen que estar agradecidos por vivir en una sociedad “avanzada”.
Siempre han estado entre nosotros.
Lamentablemente para ellos, están unidos al pueblo de manera inexorable por algo común a todos. Son mortales.
©Julio Mariñas
Compositor y escritor
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