EL VENENO DE LOS GRANDES PREDICADORES DE LA POLITICA
Y en el veneno del veneno del veneno se atisba la pobreza ética del ser humano.
Mientras las nubes de enero se diluyen sobre la amarga sonrisa de los niños, hay púlpitos, que no están en templos sagrados adonde van aquellos que creen en una vida eterna; son tribunas a las que suben personas que pagamos todos con nuestros impuestos. Están ahí para asegurar el bienestar del pueblo; vivienda, alimentación, salud, cultura. Pero se dedican a otra cosa; a lanzar proclamas sobre lo qué está bien y lo qué está mal, sobre quiénes son los buenos y quiénes son los malos, sobre qué es bueno y qué es malo para nosotros. Sí, como grandes sacerdotes supremos de la religión llamada política, saben lo que han hecho bien y mal los antepasados de cada uno de nosotros; saben como debe ser nuestra forma de pensar aquí y ahora con respecto a lo actual, lo pasado y lo futuro. Como semidioses aseveran cual es lo correcto en nuestro comportamiento social e, incluso, cual es lo bueno para nuestra intimidad en nuestra sexualidad y nuestra forma de relacionarnos con los demás. Son sentencias inamovibles en todos los ámbitos de nuestra vida, sea cual sea la situación.
Desde sus púlpitos que llevan a hombros miles de fanáticos de cada sector, hacen y deshacen a su antojo. Dictan que no puede existir el eclecticismo, que no puede existir la duda; las cosas son así por decreto.
La información audiovisual y escrita encabeza sus titulares con los grandes predicadores de la política, que cada vez se basa menos en diferentes ideologías, y cada vez se asienta más sobre creencias subjetivas.
A ellos rinden pleitesía masas de ciudadanos enfrentados unos con otros para mantener a sus santos de la política en su cátedra de oropel, allá en las alturas del poder.
Política, política y más política. En el mundo parece ser que no pasa nada más que el último acontecimiento que han protagonizado los que rigen nuestros destinos, a los que los medios de comunicación dedican el ochenta por ciento o más de su tiempo. Y si en algún momento aflojan los acontecimientos, ese tiempo se llena con las fiestas navideñas (que empiezan un mes antes y acaban un mes después) y se enlazan con otras fiestas que también empiezan antes y acaban después. Pan y Circo; Panem et circenses, que decía el poeta latino Juvenal en el año 100 d. C. El pueblo convenientemente adoctrinado y anestesiado por un sistema banal donde no queda lugar para la cultura y el pensamiento. La muerte de un escritor, un intérprete de la canción, un pintor, un actor, o cualquier otro artista, pasan desapercibidas.
Mientras, tener un techo para cobijarse, tener para comer o el correcto funcionamiento de la sanidad y la cultura, son temas de segundo plano. Los productos básicos tienen una carga de IVA indecente y los grandes líderes consideran un éxito subir las pensiones de los jubilados y de minusvalía; cuando la mayoría de la cuantía mensual de esas pensiones es lo que se gastan ellos en un vermut y unos pinchos en un día.
Y en el veneno del veneno del veneno se atisba la pobreza ética del ser humano.
Los unos y los otros y los de más allá; todos bailan el mismo ritmo que les conviene a sus egos desmedidos y que les lleva a tener poder y conservarlo por encima de cualquier valor ético.
Estoy seguro de que, cuando sientan sus posaderas en el retrete, a diferencia de los que somos unos vulgares ciudadanos, lo que expulsan no se diferencia en nada de resto de su fisonomía.
©Julio Mariñas
Compositor y escritor
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