DE LA EXISTENCIA I

 



YO

Yo naceré a la aurora; y en el alba voraz

visitaré las brumosas tierras de los Bosques Dorados,

allí donde las grullas listadas llegan en la primavera ansiosa

para adornar con su gruir los misteriosos pantanos.

 

Yo montaré mi alazán de crin tostada

y galoparé los campos de verde y lisa hierba

mojada de rocío, donde habitan los recuerdos;

descenderé hasta los acantilados de encrespadas rocas

para ver al océano brioso romper contra la costa

en su orgía de espuma.

 

Yo subiré los altos montes desde donde es fácil

contemplar la luna en todo su esplendor,

faro en el firmamento oscuro;

y seré un solitario errante

por los caminos que anegó el olvido,

tomando la esencia de las flores

y el aroma de las plantas monasteriales

que crecen al cobijo de frías piedras

talladas por los hombres.

 

Yo acercaré mi montura a las riberas del Río Silno

que nace en las altas Montañas de los Sorinios

y muere en el Mar de Nesfak;

sus aguas rápidas bajan espumosas

en zigzagueantes cauces escondidos;

a lo largo de su trayecto deja atrás

mansiones donde las madreselvas han creado su reino,

semiderruidas construcciones,

vestigios de sueños que un día fueron

y hoy ya no son más.

 

Yo alcanzaré el recóndito paraje

donde la Cascada de los Versos

mana continuamente de la roca

en líquida y espumosa poesía;

evocadora de historias que crecieron a su sombra.

Y allí, en un rincón olvidado de los hombres,

beberé en la Fuente del Eterno Desasosiego

que, a su vez, proporciona las ansias del querer saber,

otorgando una sed infinita por conocer y conocer.

Y una vez saciado descansaré tranquilo.

 

 Al ocaso, retiraré mi caminar por el sendero

que se pierde en el espeso Bosque Antiguo;

allí donde un día los dioses utilizaron

sus sombras como refugio y  para solaz descanso.

 

Con el astro rey muriendo sobre el horizonte lejano,

descansaré mi cuerpo libre de armaduras,

de telas, de ropajes y de mantas;

desnudo, como un día llegué al mundo.

 

Mis ojos, lentamente, se irán cerrando y, finalmente,

el manto ignoto del sueño caerá sobre mi ser

con una levedad extraña, poco familiar.

 

Y así, en el silencio de un paraje olvidado,

seré un eterno soñador, libre de un mundo infecto,

solo con mi primigenia esencia;

tan Yo como nunca pensé;

libre de todas las cadenas

que el hombre teje para su desgracia;

libre para poder viajar por los lugares

imposibles de describir 

con la ornada narración, el dulce verso.

 

Y Yo seré el Todo; y Yo seré la Nada.

Y Yo seré todo aquello posible

de vivir y no vivir,

de sentir y no sentir,

de pensar y no pensar;

mientras el universo girará insistente

en una eternidad evocadora.

 

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