DE VIAJES Y LUGARES SENTIDOS - II - GALICIA Y EL MAR

    He tenido el privilegio de nacer en un lugar bañado por el mar. Las aguas que besan las costas de mi tierra gallega son como un espejo en el que se refleja el alma de esta tierra marinera. El mar es como un caleidoscopio. Ante su contemplación, el pensamiento puede fundirse con las aguas hasta alcanzar las más altas cotas de reflexión o de emotividad. Porque en el fluir constante de ese mar subyace todo un mundo de historias fascinantes, hermosas, nostálgicas, dramáticas, desgarradoras. Solamente aquellos que hemos crecido sumergiendo nuestros cuerpos en las frías aguas que besan las quebradas costas de Galicia, sabemos de esos misterios. En los días de temporal brama el mar, y no existe sonido comparable a ese rugir de espuma y sal. El corazón se expande cuando el viento del Norte golpea el rostro y los ojos se humedecen evocando pasiones y desencuentros. En los cálidos atardeceres, cuando el sol muere lentamente en el horizonte difuminando su manto de luz sobre las aguas calmas, regresan al pensamiento los tiempos de pasados esplendores, de adioses lejanos perdidos para siempre en la línea mortal del horizonte abrasado por el rojizo cielo que diluye su vigor pausado ante las aguas. Los que hemos nacido junto al mar, sabemos que, si nos sentamos en las rocas cuando las olas nos ofrecen su danza mágica, acabaremos por oír los lejanos cantos de sirenas, el gutural coro de caracolas surgido de los fondos marinos. Las costas gallegas guardan en sus aguas todas aquellas lágrimas de los que un día partieron en busca de nuevos horizontes soñando con volver. El mar que baña Galicia es una prolongación de nosotros, los que hemos crecido al abrigo de sus calmas y de sus tempestades.


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