LO QUE HA DEJADO LA TORMENTA
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En la mañana invernal después de la tormenta, el Océano Atlántico arroja el último y débil aliento de espuma en las arenas de la costa de Vigo. Dulce arrullo de mar desfallecido en la petite morte, antes de volver a renacer en su furor eterno e incansable.
Camino el arenal con paso lento, deteniéndome allí donde silentes descansan los restos de lo que ha dejado la marea después de la tormenta.
Las aguas primigenias que engendraron la vida, también son cementerio de lo ya inexistente en el mundo terrenal; y, de vez en cuando, abren algunas de sus húmedas tumbas para vomitar sobre la costa vestigios que en otro tiempo fueron parte de algo o alguien.
Observo el horizonte con la silueta de las Islas Cíes coronadas por algunas nubes negras amenazantes. Como en el mismo devenir de la vida de los hombres, acaso el viento las traerá hacia la costa o tal vez las aleje mar adentro.
La naturaleza es un algo en eterna lucha consigo mismo, con fases de equilibrio y otras inestables. Todo por mantener un orden subyacente. Así mi ser avanza en una calma incierta, intentando no caer en el vacío, pero consciente de que nunca se alcanza la armonía total.
Contemplo en esta fría mañana de Enero de 2023 lo que ha dejado la tormenta, y me abandono en mi interior mientras observo los restos para mí desconocidos, comparables a todo lo que perdí y conservo en una recóndita playa interior tan solo mía, a la que un día también llegaré desfallecido impulsado por el mar del tiempo.
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©Julio Mariñas
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