CINCUENTA AÑOS HAN PASADO
Cincuenta años han pasado
de mi niñez en el barrio del Calvario.
Por caminos de tierra jugábamos las horas;
buscábamos lugares solitarios
donde las madreselvas abrazaban
antiguas construcciones misteriosas.
La infancia era entonces un continuo
ejercicio de libertad y sueños;
cada día vivíamos aventuras
que poco a poco nos abrían las puertas
de la existencia en su expresión más cierta,
sin máscaras ni falsos paraísos.
Porque éramos nosotros los creadores
de historias inauditas y encantadas,
sin pautas que frenaran nuestras ansias
que se iban internando lentamente
dentro de los lugares donde habitan
seres siniestros y también amables.
Cincuenta años han pasado,
y, los de los sesenta del siglo XX
habitamos un tiempo ya lejano
perdido entre las brumas del progreso;
la última generación de caras sucias;
de canicas, trompos, bichos y tebeos.
Hoy aquellos caminos yacen enterrados
bajo el asfalto frío; las ruinas misteriosas
han sido sepultadas por nuevos edificios.
Todo se fue, como se disolvieron
los sueños y las horas de inocencia;
pequeños bares, tiendas; los cines del barrio.
Cincuenta años han pasado;
pero, dentro de mí aún permanece
la esencia que dejaron aquellas horas
de amistad, peleas y travesuras;
que como un leve manto de suave seda
me envuelven en su aroma de nostalgia.
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Compositor y escritor
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