RELATOS ROTOS - IV - EL DESCONOCIDO
 
      Llegó una fría mañana de otoño quebrando con su paso lento y cansado algunas de las hojas secas del camino. Las gentes lo miraban extrañadas y hacían el silencio a su paso. Entró en el bar de Natalia con gesto inexpresivo y la boca entreabierta -apenas perceptible a causa de la poblada barba- por un cansancio acumulado durante años.       -¿Qué va a tomar?       -No tengo dinero –su voz sonó hueca y rasgada, susurrante.       -Pues empezamos bien.       -Yo te pago lo que tome –dijo un anciano enjuto sin levantar la vista del vaso de vino; como si en el rojo líquido residiera el misterio de la vida aún sin resolver.       - Estás muy generoso hoy, Anselmo.       Ya has oído, forastero.       -Un bocadillo de lo que sea y un café con leche bien caliente.       -¿Queso?       -Queso está bien.       Aunque la primera impresió...