VOY A SER BREVE



    El ser humano tiene la cualidad de “No darse por enterado” hasta que el horror llega a su puerta. Los movimientos “buenistas”, de un signo político o de otro, o supuestamente apolíticos, no son más que uniones de grupos de personas para ahogar el clamor de la realidad. La única realidad es que, “Todos somos Culpables”; por inacción, por omisión, por fingida acción o por acción incorrecta priorizando cosas irrelevantes frente a las verdaderamente importantes. Mientras la violencia, la pobreza, la guerra o la enfermedad no llaman a nuestra puerta, permanecemos ajenos a la realidad y la encubrimos; unos encerrándonos en nuestro mundo, otros gritando en las calles y otros emprendiendo proyectos descabellados para no se sabe qué; no queriendo ver cómo el género humano se ha ido pudriendo en su esencia hasta llegar a las más altas cotas de degradación. En una sociedad de valores artificiales y humo, en la mayoría de las personas ha calado la idea de que todo se arregla con dinero, con donaciones, con fondos de tal o de cual; y leyes, muchas leyes, que, cuando no oprimen a unos oprimen a otros. Haber; un pequeño detalle que a lo mejor se ha pasado por alto en las últimas décadas; somos seres humanos y no todo se compra y se vende, ni se arregla institucionalizándolo. Ya, ya sé que para la mayoría de las personas, sobre todo si tienen menos de cuarenta años, esto se hace difícil de entender. Pero no me extraña. Porque en las tres últimas décadas no se ha hecho más que adoctrinar a niños y jóvenes con los más fríos preceptos, inculcándoles unas enseñanzas encaminadas sólo a crecer socialmente por encima de todo y de todos, siempre cara al futuro y sin pensar en el ahora. Enseñanzas numéricas y códigos binarios, alejadas de las humanidades, enfocadas tan solo a fomentar en ellos la idea de un destino de triunfo social y, por tanto, falsamente personal. Todo esto con el agravante de una protección excesiva de niños y jóvenes, haciéndoles creer en que se llegará a una sociedad idílica donde todos seremos iguales y habrá unas leyes perfectas regidas por gentes perfectas donde estaremos en una especie de éxtasis paradisíaco. Hasta que crecen y se dan el batacazo con la consiguiente pataleta, a veces peligrosa para los que los rodean.

    Con este panorama, nos encontramos con que hemos rasgado las entrañas de lo más puro; algo aún posible de encontrar con “cierta” facilidad en otros tiempos; el Amor como expresión máxima de acercamiento, de comprensión del otro, de compartir el mundo en que vivimos, de disfrutar de nuestra verdadera naturaleza; lejos de tecnologías. Por eso, hoy en día, un elevadísimos número de jóvenes tan solo tiene ansias de poder, notoriedad y fama. Dependiendo del sitio donde nazcan; lo harán traicionando a los demás, engañando a sus semejantes o esclavizando pueblos y naciones enteras. Todo vale ya. Pero, lo más doloroso, es contemplar la hipocresía a nivel mundial. Los países son explotados (algunos desde hace siglos), adoctrinados, exprimidos; y después, cuando no tienen nada que dar o no sirven como propaganda de los gobiernos, son dejados a su suerte.

    A pesar de todo, se nos seguirá llenando la boca hablando de derechos humanos y demás historias; cuando el único derecho que existe por ley natural es, si no peligra nuestra supervivencia, dejar en paz al vecino y vivir nuestra vida. Tan sencillo como eso. No es necesario emprender grandes empresas liberadoras de mentes ni grupos. Pero, para respetar a los vecinos, a los del otro pueblo, a los de la otra ciudad, a los de otra región, a los de otro país; hay que tener una cultura sólida y no parcial según el caso. Es tan sencillo como enseñar a los niños a vivir y darles esa cultura esencial sin disfraces ni ideologías. Pero, ¿quiénes les van a enseñar, cuando a los mayores nadie les escucha (algunos mejor no escucharlos) y los que inculcan en ellos los conceptos son los que han sido creados en las sociedades del despropósito?

    Bueno; iba a ser breve.

    Mi vida ya está hecha. He vivido. Tengo la suficiente frialdad como para observar este caos de un modo imparcial. Pero hay algo muy dentro de mí; como una especie de tristeza soterrada que me hace preguntarme: ¿Los acontecimientos que han desfilado por delante de mis ojos en estos últimos veinte años son reales o tan solo están siendo un mal sueño prolongado del que algún día despertaré?

    Bueno; mientras tanto, voy a disfrutar del día. Por suerte o por desgracia, hace tiempo que nada me afecta tanto como para amargarme una jornada que, por el solo hecho de estar vivo y tener la conciencia tranquila, de seguro va a ser maravillosa.


©Julio Mariñas

Compositor y escritor

(Nombre artístico de Julio César Mariñas Iglesias)

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jucemai@hotmail.com


 

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