RELATOS ROTOS - XXVI - EL ABUELO DE MEDIADOS DEL SIGLO XXI


UN ABUELO CON SU NIETO A MEDIADOS DEL SIGLO XXI

-¡Hola abuelo!
-Hola, pequeño.
-¿Estás cansado?
-Sí, muy cansado.
-Hoy no me vas a hablar de cómo era el mundo cuando tú tenías cuarenta años.
-Te gusta oír esas historias ¡Eh!
-¡Mucho!
-Siempre son las mismas.
-Pero me gustan.
-Cuando yo tenía cuarenta años, la vida ya no era como en mi infancia. De niño, los sueños cobraban dimensión frente a una enorme pantalla de cine, donde los héroes eran hombres que buscaban la verdad y la paz.
-¿Y no había finales tristes?
-¡Oh, sí! Sólo hay que pensar en Los Cuatrocientos golpes de Truffaut o El Planeta de los Simios. ¡Claro que había finales tristes y finales abiertos! Pero siempre con un atisbo de esperanza. Después, vino la máxima que estableció una supuesta originalidad, en la que estaba bien que ganasen los malos o que las películas fueran un fiel reflejo de la realidad. Vamos, algo similar a hacer un documental, pero con actores con mucho arte. Pues eso, cuando yo era niño, los mundos de la imaginación estaban en una gigantesca pantalla, y la mente se abría, se abría, hasta el infinito, llena de dudas. Tres décadas después, el mundo de niños y adultos estaba en unos aparatitos, cuanto más pequeños y funcionales mejor, que se convirtieron en depósitos de supuestas verdades oficiales. Así, la mente de los humanos se fue haciendo más pequeñita, y los niños ya no querían soñar con mundos mágicos, sino conocer la verdad al instante, sin pasar por el bello marco de las experiencias.
-Pero, teníais televisión.
-¡Oh, si, por supuesto! Al principio era un aparato en el que también ponían esas películas de cine, documentales, sobre todo de animales. Con el tiempo, la televisión fue teniendo más medios y todo fue más enriquecedor. Hasta que poco a poco, los informativos encumbraron a los políticos por encima de escritores, músicos y demás autores. Surgieron unos concursos en los que la gente imitaba con precisión a grandes intérpretes de la historia de la música. Con lo que la originalidad quedó condenada al ostracismo. Se montó una sociedad artificial, en la que, en aras de lo políticamente correcto, surgieron múltiples movimientos que coartaban la libertad de expresión, porque, todo aquello que no fuese lo imperante, era susceptible de demonizarse e incluso de ilegalizarse.
-¿Y nadie hacía nada?
-Nada. Después del desastre de los “ismos” del siglo XX, los humanos se volvieron a emponzoñar con esas supuestas actitudes democráticas, que no eran más que otras formas de dictaduras encubiertas. El mundo de principios del siglo XXI, en vez de procurar una solución para enfermedades mortales; invirtió todos sus dividendos en carreras armamentísticas. Eso llevo a una sociedad de élite con unos cuantos, otro porcentaje considerable de una clase media condenada a la mediocridad, y a la mayor parte de los humanos resignados en la pobreza.
-¿Y nadie lo remediaba?
-No. Las gentes, como rebaños supuestamente intelectualizados, seguían a unos cuantos líderes hacía un precipicio en el que se despeñaban. Ciega, aunque sus héroes mintieran, robaran, fuesen vanidosos o despreciativos; la masa iba arrastrando sus pies detrás de ellos como un ejército de zombis.
-¡Caray! ¡Que miedito! ¿Y la ley?
-La ley se impartía de acuerdo a unas bases que acabaron siendo arbitrarias; de tal modo que, el torpe delincuente que robaba algo para comer, podía ir a la cárcel sin muchas dudas y con bastante inmediatez; mientras que, el delincuente que robaba desde un serio y pulcro despacho ingentes cantidades de dinero a la totalidad de los ciudadanos, ese tenía grandes probabilidades de no ir a la cárcel y, si lo hacía, llegar a ella con grandes lujos y prebendas. Por otra parte, los violentos campaban a sus anchas porque, gracias a no sé qué cuestiones judiciales, salían libres de sus actos, después de haber golpeado salvajemente a sus mujeres o a otros seres humanos de los que les molestaban sus peculiaridades. También, gracias a lo políticamente correcto, desde la justicia se comenzó -hostigada por los medios de comunicación, los dirigentes políticos y demás- a frenar la libertad de expresión. Así, se estableció una línea imprecisa entre lo que se podía decir y no, línea que, dependiendo de donde viniese la queja, era considerada delito.
-¿Y podías vivir en un mundo así?
-No. Sólo el amor, la literatura, la música; el mundo que construí en mi soledad; hizo posible soportar tanta zafiedad y estupidez. Los humanos se habían convertido en seres llenos de razón irracional. Aquellos que manejaban el lenguaje con cierta facilidad, lo adulteraban constantemente para ocultar sus mentiras y sus maniobras políticas de despropósito que lo único que hacían era emponzoñar todo aquello que podía ser bello. El hombre dejó de mirar a la tierra. Su mundo fue una pantalla de ordenador, la mayor parte de las veces incrustada en un diminuto teléfono móvil, cuya único objetivo era estar controlados continuamente y, a su vez, tener a los demás controlados. Un despropósito en el que los humanos se sumergieron, un lodazal infecto que albergaba en su interior todo lo podrido de los humanos, donde los seres más viles campaban a sus anchas sin control. Se había perdido la originalidad, el Yo no tenía valor en una sociedad global que sólo aspiraba a la imagen de un bienestar ficticio. Así, el Arte se corrompió en una ciénaga donde el valor emocional y sentimental murió para siempre. Sólo la utilidad y el impacto de lo banal e inmediato tuvieron lugar en un mundo de seres fríos y calculadores. El más estúpido pasó a ser aclamado en videos llamados virales. Así, se fue promoviendo la mediocridad por encima de otros valores.

LLEGA LA MADRE DEL NIÑO, HIJA DEL ANCIANO

-Ya estás otras vez contándole esas historietas de los tiempos pasados, papá.
-¡Pero, mamá…!
-Venga, aún no habéis comido. Tomaros ya las pastillas.
-Es que no saben a nada. El abuelo dice que antes se comían trozos de animales y vegetales.
- “El abuelo dice, el abuelo dice”. ¡Que asquerosidad es esa de comer ser vivos! ¡Come, tómate las pastillas!

LA MUJER SE VA AIRADA

CON UNA SONRISA COMPLICE, ABUELO Y NIETO, TIRAN LAS PASTILLAS POR LA VENTANA





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