EL POETA Y LOS BUITRES (REFLEXIONES DE UN POETA EN LA SOMBRA - XXXIV)

     He visto a los buitres merodeando alrededor del cuerpo agonizante de los sueños. Sus largos cuellos y sus peladas cabezas impregnadas en sangre entraban y salían de las entrañas de la víctima. Volverán las mareas vivas y espumosas olas descargarán su ira en el litoral de invierno desierto de esperanzas. Arrastrará el mar los restos de aquello que pensamos eterno. Porque la vida es sólo un verso inconcluso en la arena de los días. Si el poeta sigue condenado al abandono, mientras los buitres se reparten el festín ¿qué podemos esperar del ser humano? Por cada noche de vigilia creativa, allí donde el alma se encuentra con el abismo, existe una herida brutal que sigue abierta al despuntar el alba. Los recios picos de los buitres la socaban con su abanico de vanidades y crueldades. El arte al borde del abismo intenta agarrarse en un último esfuerzo, mientras de él cuelgan asidos los falsos creadores, los ingeniosos constructores de supuestas ideas innovadoras y globalizadoras de masas, todo aquello que hace superficial la esencia del sentir. En pos de la solidaridad y la igualdad se ha ido construyendo un mundo de generalidades, donde ser diferente es un insulto a la escasa inteligencia de los que caminan juntos en esta fría y mecánica sociedad. Así, mientras el mundo ríe, el poeta llora. No por la ausencia de reconocimiento, sino por la triste indiferencia de un mundo que prefiere no oír hablar al corazón, mientras deja que la vida pase leve, insignificante, imperceptible; en lugar de sentirla intensa y reveladora. A orillas del río que lleva en su corriente aquello que nunca ha sido, observo las quebradas montaña donde los buitres hacen sus nidos. Creen ser los señores de la cumbres, pero desde aquí abajo los veo diminutos, insignificantes, unos meros carroñeros perdidos en la vorágine de un mundo que premia la superficialidad y desprecia lo sentido. ¡Comed, pequeñas criaturas! ¡Empapaos con la sangre de los sueños! Cuando los restos de vuestras fechorías no sean más que polvo, los versos del poeta cantaran para la eternidad en el rincón donde habita lo querido; donde habita aquello que no se adquiere con dinero, con influencias, con violencia. Tarde o temprano, acabamos frente al espejo en soledad. Mientras el poeta observará su rostro castigado por los años  de intensas vivencias; los buitres sólo verán los fantasmas de aquellos que sufrieron por culpa de su vanidosa ambición. No hay nada peor que temerse a uno mismo. Entonces, sin apenas fuerza, ahítos de ya no tener nada que devorar a su alrededor, se picarán el vientre en un impulso instintivo de seguir engullendo más y más, hasta desgarrarse y masacrarse a sí mismos. Mientras, en el rincón olvidado, el poeta seguirá tranquilo evocando sueños, ajeno al drama de los carroñeros y su mundo triste y nimio.

FOTO DE JULIO MARIÑAS


Comentarios

  1. Hay en este texto tuyo, amigo Julio, un ritmo que emociona.
    No en vano los sueños son la esencia con la que se hila el futuro.
    Saludos

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